Sobre Sánchez: dos libros en uno

«Conocí la historia de Néstor Sánchez (Buenos Aires 1935-2003) el año pasado, por una nota del diario argentino Página 12″ dice Adán Medellín, desde México, en la reseña publicada en su blog Signos vagabundos, «Era un escritor camino al estrellato literario en la década del 60, lector de Joyce, Keroauc, Ginsberg, Eliot y Daumal, admirado por Cortázar, amante del tango y del jazz, antiguo cantante, que súbitamente renunció a la escritura y se largó de su casa y de la fama editorial para lanzarse al camino siguiendo las enseñanzas del maestro y filósofo místico G.I. Gurdjieff. Dejó a su mujer y a su hijo, y comenzó a escribir y realizar todas las actividades posibles con la mano izquierda. Estaba convencido de que podría vivir 300 años y que el Trabajo personal de Gurdjieff era su salvoconducto.
«Había sido diagnosticado como esquizofrénico, declaraba oír voces, tenía un carácter de extremos, pero él decía de sí mismo: «me agarró el ambulatorio»; era un andante, un caminante, un vagabundo. Siguiendo las enseñanzas de su gurú, buscaba «caminar mucho cada día, rítmicamente, sin tensiones, como siguiendo un movimiento musical y manteniendo la capacidad de modificar el itinerario de forma súbita» (35) . Decía vivir con 2 dólares al día y dormía en un estacionamiento en California cuando su hijo pudo encontrarlo, más de quince años después de su huida. Cuando regresó a Argentina, tras más de una década de silencio narrativo, escribió sólo un libro más y renunció a la escritura hasta su muerte.
«Su historia me fascinó. En Argentina compré el último de sus libros, La condición efímera (1988). Fue uno de los primeros que intenté leer, incluso durante el viaje. Pero el libro me sacó de ahí como de una patada. Esperé e intenté leerlo dos veces más en los meses recientes, pero su prosa a ratos inconexa, musical, de variantes en aparente sinsentido, aún se me resiste, me empuja hacia afuera. Por eso fue un logro y un descubrimiento acceder al libro que Baigorria escribe sobre Sánchez. Y leerlo ha sido una experiencia verdaderamente luminosa.
«Primero, debo decir que leí el libro de Baigorria con dos separadores. Uno de ellos, anclado en la primera parte; otro estaba sumergido en sus notas. Baigorria lo advierte desde el inicio. Sobre Sánchez tiene tres apartados y uno puede elegir entre la ruta de corrido o irse deteniendo y trasbordando del capítulo que se encuentre al apartado final de notas en el libro. Es como recordar el vagabundeo cortazariano en Rayuela, pero sin fantasías musicales ni paseos parisinos sesenteros. Yo opté por vagabundear alegremente de un lado al otro del libro, escapándome, internándome, yendo y viniendo del capítulo a las notas y fui desde el Delta del Tigre hasta Estados Unidos o los bosques de Canadá, desde la historia de Néstor Sánchez hasta la historia de Osvaldo Baigorria, que recuerdan con razón a un espejo.
«El libro de Baigorria se siente crecer y desviarse como los brazos de un río que sigue su camino y se enreda en una telaraña que se reintegra en su fuente, la imagen del propio Delta como retícula del texto. La estructura le da esa movilidad encantadora, no por mero ludismo entretenedor o pretensión, sino por la necesidad de que las vidas de estos dos escritores vagabundos se reúnan y se mezclen. Leerlo así me detuvo a pensar, me llevó a releer porciones, a sopesar semejanzas y diferencias, a embarcarme en las historias y testimonios periféricos que trazan el retrato al vuelo de dos hombres móviles, esquivos, todavía en la ruta.
«Los dos primeros apartados trazan la figura esquiva de Néstor Sánchez en sus años de nómada en su periplo europeo-estadounidense y luego al regresar a su país natal, Argentina. Registran momentos, escenas, diálogos, entrevistas y materiales tanto al personaje como a los conocidos y testigos más o menos periféricos de su vida errabunda. El último apartado, las notas, son un aparato heterogéneo que sigue el flujo de este perfil ensayístico que parece una novela y también una gran reflexión sobre la literatura, la muerte y el vagabundeo. Ahí encontramos relatos completos, personajes entrañables cuyas vidas funcionan como subtramas, definiciones o reflexiones sobre ideas y conceptos narrativos, y sobre todo, el trazado de la vida de Baigorria como personaje, sus motivaciones de escritura, su vida itinerante, sus elecciones y amores, su existencia juvenil y su hogar en El Tigre, su enfermedad silenciosa.
«Son fragmentos divagantes que sin embargo siempre encuentran su camino, desde el intento de lectura de las esquivas obras de Sánchez, a la mariguana, el viaje, la vida en las islas con todas sus peripecias cotidianas, a Cortázar y Manuel Puig, hasta las memorias personales, los trabajos mal remunerados y las amantes que no pudieron ser. Así que el libro se revela como dos pequeños libros atravesados por el hilo común del grandioso poema de Henri Michaux, «Yo remo», que van de un hombre a otro, de la vida y época de Sánchez, a la del otro dentro del texto, Osvaldo Baigorria.
«Pese a su brevedad, cuesta trabajo elegir un solo fragmento representativo de esta excelente miscelánea. Pero vale la pena, por ejemplo, resumir con miedo al equívoco la teoría narrativa de Sánchez desde la lectura de Baigorria: «para escribir un texto hay que estar convencido de que todo texto es un texto del que se puede prescindir» (16); «improvisación… más que un estilo Néstor Sánchez parece haber un modo, una forma de tocar», «para Sánchez, la escritura fue un modo de escapar a la cárcel del sentido» (17) o en palabras del propio Sánchez: «voy a la página despojado de todo aquello que creo saber por anticipado y la página me cuestiona cada vez más» (159).
«Aquí hay un libro que es la historia de un biógrafo y un biografiado, y a la vez es la historia en tiempo real de cómo se escribe el mismo libro. Un volumen que oscila entre el ensayo y la narrativa, del mismo modo como habla de un hombre que era como un «cable pelado», sin coberturas para su conciencia dolorosa de la finitud y la muerte (Sánchez), y el del hombre que se obsesiona por entenderlo escribiendo desde un palafito en unas islas fluviales, hasta enfermarse, desnudarse a sí mismo, recordar sus encuentros con osos y chicas esquivas, y acabar relatando su vida, también interesantísima.
«Y es que Néstor Sánchez, en palabras de su amigo Hugo Savino, «estaba entero en la escritura, no en la literatura» (64), y su alejamiento del aparato editorial, la fama, el poder o la idea de «compromiso», pueden trazarlo como un personaje mítico, pero revelan sobre todo la búsqueda de un hombre hasta sus últimas consecuencias. Son la historia de lo que muchos considerarían un fracaso ante la vida convencional, porque Sánchez abandonó finalmente la escritura bajo el argumento de que se le había terminado la épica, pero a la vez muestran una lucha fiel y frontal del escritor-vagabundo contra esa vida de éxitos y libros que lo había desengañado, porque sin importar qué pasara, siempre estaba condenada a la muerte.
«Sobre Sánchez, a pesar de su «fracaso» -en términos del propio Baigorria- para conocer las razones últimas del abandono literario de Sánchez, de su cansancio para revelar el misterio final de su personaje, de su incapacidad para revelar el secreto de la «parte sutil de la vida de Sánchez», se sumerge con la intensidad y la hondura en una suerte de vida paralela y sale herido, pero vivo, de aquel misterio que quizá no tiene sentido o tiene tantos que parece inexplicable. Porque, me parece, es el misterio de la vida que siempre está cambiando, antes de caer y desaparecer y regresar. Y es en esta búsqueda del que divaga, en su fuerza, en su intensidad, en su carnalidad y contingencia atravesada de caminos, donde Sobre Sánchez se revela como un libro extraordinario:

«Entonces, habría que premiar a Néstor Sánchez por su silencio, por recordarnos que escribir es algo a abandonar cuando uno se queda sin ganas o porque la gana se le da. Por quedarse sin épica pero no sin ética. Seguro, es solo mi mirada sobre él, pero no la posta. Es imposible representar su velocidad de vida. Pero si en algo hay que creer, antes que al cegado por el brillo de la hazaña o al hipnotizado por la tentación del héroe, prefiero al errante sembrador de leyendas, el linyera, el vagabundo que canta y danza en su intemperie, en su recorrido sin puntos de refugio ni captura, pura línea de fuga. Piantadino. Desertor de primera línea. El que baila porque supo callar, el que calla porque supo moverse en las artes del canto. Rodado. Like a Rolling Stone. El que no obedeció a su destino de escritor ni a su destino de místico. El que vivió como un lumpen hasta el fin. Un vivo antes que un muerto. El que en una de esas todavía la pega y anda por ahí, en sentido contrario a la caravana del sudor, en su camino´ (pág. 76).»

La reseña se lee in situ original por acá.

Adán Medellín es poeta, narrador y autor de una tesis sobre Viel Temperley.