Carta abierta a una amistad improbable

Lo primero que quiero expresar es agradecimiento por haber sido invitado a dar la conferencia inaugural de este Filba nacional, un espacio por el que han pasado otras escritoras y escritores estimulantes para la literatura argentina, y también decirles que el reconocimiento que implica esta invitación me tomó por sorpresa y me dejó algo perplejo. Fue una sensación de sorpresa y de perplejidad, creo, porque que a lo largo de mi vida he hecho muy poco de eso que podría llamarse el ”trabajo de escritor”: trabajo en el sentido de alguien que va a congresos y festivales, se reúne con editoras y agentes, escribe o dice que escribe varias páginas por día, hace sus deberes, se ocupa en dar conferencias, charlas, y se especializa en el oficio de charlista, por no decir otra palabra más vulgar, o sea, alguien que aparece como trabajador del discurso dentro de ese campo llamado “la literatura”, un terreno en el que se mueven personas denominadas “escritores/escritoras”. 

De hecho, hubo años, lustros, décadas de mi vida en las que me he dedicado a muchas otras cosas menos a escribir, y cuando empecé a engendrar mis primeros poemas adolescentes no se me ocurría que eso era o podía ser un trabajo. Quizá por una limitación propia de mi extracción de clase -de familia obrera-, a la palabra “trabajo” siempre la asocié a una actividad bien o mal remunerada que uno hace para ganarse la vida. Cuando trabajé como periodista en diarios y revistas, tuve claro de qué se trataba esa actividad, así como hoy tengo claro que no toda escritura es literatura. Y cuando escribí artículos sobre diversas expresiones contraculturales, supe que la motivación iba más allá de ganar el pan con el sudor de mi frente, porque mediante esos textos intentaba con cierta inocencia aportar algún granito de arena para cambiar, mejorar, transformar el mundo en el que vivía. Tampoco eso era precisamente literatura, a menos que coincidamos con Mario Levrero cuando escribió que quizá el destino de toda cosa en el universo, tal vez incluso el universo mismo, sea convertirse en literatura. 

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