
“¿Qué pasa en el interior de los pueblos cuando estos son llevados a seguir a un partido o líder diametralmente opuesto a sus propios intereses? ¿Y por qué razón millones de personas habrían de respaldar su propia represión?”. Las preguntas formuladas por Wilhelm Reich cuando surgió el nazifascismo en Europa -de absoluta actualidad noventa años más tarde- fueron arrojadas a un incinerador en medio de seis toneladas de libros, periódicos y manuscritos de su autoría destruidos por orden judicial en Nueva York en 1954. En Estados Unidos, las llamas del macartismo no serían tan altas como las hogueras nazis que dos décadas antes habían quemado algunos de esos mismos libros, pero el gesto era prácticamente el mismo. Y parecía darle la razón a Reich, pese a que había indicios de que éste podría haberla perdido por completo.
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