
Escribe José María Brindisi para La Nación: «Ese espacio casi inabarcable de la geografía bonaerense, pero sobre todo de la fantasía, que es el delta de Tigre, se ha convertido en legendario gracias a una paleta de episodios más o menos célebres, un cúmulo de escritores –pero también artistas como Xul Solar– que lo frecuentaron, lo vivieron e incluso hicieron lo suyo para transformarlo. Esa lista dispar –dispar por la mayor o menor cercanía y la diversidad de maneras de abordarlo– incluye nombres como los de Domingo Faustino Sarmiento, Leopoldo Lugones, Roberto Arlt, Haroldo Conti y Rodolfo Walsh.
«El ladrido del tigre, la última novela de Osvaldo Baigorria (Buenos Aires, 1948), una de las plumas más desconcertantes o inclasificables de la narrativa argentina contemporánea, renueva ese imaginario a partir de una historia que parece coquetear con diversos géneros y sentirse cómoda en cada uno de ellos, sin desembarcar del todo en ninguno. El protagonista-narrador es un escritor que, en medio de la distópica reclusión de la pandemia, recrea con injustificada nostalgia los años más o menos recientes en que vivió, merced a las bondades de una herencia, en una de las islas del Delta, dedicado en principio a leer, escribir y, muy especialmente, establecer una conexión más estrecha con esa diosa ambivalente, siempre desbordante de promesas, que es la naturaleza. Pronto sucede, sin embargo, que el ideal se ve trastocado por una serie de hallazgos, primero dispersos, que luego corporizan en hechos y rumores cada vez más concretos y siniestros: un hueso encontrado aquí, otro hueso allá, dan paso a incendios, accidentes, desapariciones (con todo lo que el término implica en la Argentina), tanto de animales como de personas.
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