El gobierno de la República Argentina nos hizo el mejor regalito sorpresa de navidad a pedido del Financial Action Task Force (literal: grupo de tareas de acción financiera… contra el lavado de dinero y el terrorismo internacional): sancionada por la mayoría de diputados y senadores que la mayoría de los argentinos votamos, una nueva ley reintrodujo ayer como delito el ambiguo concepto que fue utilizado por los nazis para etiquetar a las resistencias europeas en la Segunda Guerra Mundial, por el colonialismo inglés para condenar a los guerrilleros israelíes de fin de los 40, por las dictaduras latinoamericanas para eliminar la disidencia armada o no armada, violenta o no violenta de los años 60-80 y por el establishment militar-finaciero global para combatir hoy a todos los enemigos del imperio. No acostumbro comentar en estas páginas sobre cuestiones de coyuntura política, pero esta no la puedo dejar pasar: los funcionarios y legisladores argentinos que defienden la ley parecen voceros de Lanusse, de Onganía, de Troccoli o de Bush, salvando las distancias y con perdón si alguien se ofende. ¿Ya se olvidaron que «terroristas » también fueron los desparecidos de su misma generación? En fin, que en otro tiempo a esto se le llamaría una bajada de pantalones o de bombacha para tener «relaciones carnales», un chiste de la internacional errorista o un verdadero regalo de (t)error.