La mejor historia que escuché sobre el Uritorco dice que en ese cerro no se oculta la ciudad al tiempo subterránea y extraterrestre de Erks, sino otra montaña. Es decir que desde la entrada de la supuesta ciudad, en una profunda grieta que habría en la cima, se vería otro cerro gemelo, otro valle, otro cielo. Y si uno, al llegar a la primera cima, descubre esa rajadura y se introduce por entero en ella, se insertará en un campo de fuerzas donde ocurrirá un cambio de centro de gravedad. Y podrá comenzar a ascender en vez de descender ese Uritorco gemelo de nuevo hacia su propia cumbre. No se repetirán exactamente todos los pasos, ni uno se cruzará con las mismas aves, pero el monte será idéntico aunque no análogo en el sentido de René Daumal.Más bien una condena a lo Sísifo pero sin roca a empujar cuesta arriba con excepción de la propia mochila y de sus contenidos a elección: todo para llegar a la cima de cada uno de esos cerros clones una y otra vez ad infinitum.
Con una disyuntiva clara: para salir de esa rueda habría que dejar de buscar la ciudad celeste y oculta, abandonar el ascenso a la cumbre, cesar toda búsqueda y desandar el camino hacia abajo: solo entonces se rompería el hechizo y se bajaría de una vez, sin atravesar de nuevo el infinito número de cerros que uno encontró en el camino, al punto de partida en la base del Uritorco.
Una historia ingenua que recordé al enterarme de la fiebre erksiana en torno al Uritorco en esta fecha once del once del once.
Pero no publico esta entrada desde mi bulín de Once.
Once upon a time…