Lo que imagina un hippie blanco que se lleva al mundo puesto, dirá alguien… Este lunes 17 a las 21 en el programa Punto de fuga que conduce Lorena Alfonso, entre otrxs, trataremos de pensar en voz alta sobre ese vínculo, el nomadismo, los libros Correrías de un infiel, El amor libre, Anarquismo trashumante, En pampa y la vía, en la señal www.ciclopradio.com.ar (repite el 19 de enero a las 11).
Una primera aproximación al tema puede encontrarse en este texto de Juan Pablo Liefeld:
Crotos y ranqueles
Tengo la impresión de que tanto En pampa y la vía como en Correrías de un infiel hay un hilo conductor subterráneo que une diversas derivas e inquietudes comunes que hacen al catastro mismo de los libros. En ambos libros uno puede encontrarse con temas que se repiten para pensar lo mismo pero de forma diferente: el problema entre deseo y política (matrimonio conflictivo y problemático, cuando no trágico, como pocos), el tema del viaje como punto de fuga, el problema de las fronteras políticas pero también raciales, el troquelado de figuras olvidadas y fantasmales de la historia oficial. Pero también cierta voluntad de dibujar los contornos de un yo que encuentra en los relatos que cuenta sentidos provisorios que llenan momentáneamente el vacío que lo amenaza —en el primero el yo que busca linyeras y crotos encuentra en un cruce de caminos al Pibe Materia y en el otro va en busca de una remota e improbable rama genealógica que uniría al “autor” con El Cóndor Petiso, un desertor que cruzó la frontera para unirse a los ranqueles y transformarse en un cacique. En ambos lo que se busca es contar una historia, la de los crotos por un lado en la argentina de la primera mitad del siglo XX y la de un desertor que cruza la frontera para unirse a los indios en la segunda mitad del siglo XIX por otra, y en ambos, el autor, encuentra, rastros, ¿reales o ficcionales?, qué importa, donde la narración se confunde con lo biográfico. Osvaldo Baigorria es al final de estos libros tanto un croto como un ranquel. Esta herencia no le viene dada por documento alguno que atestigüe nada sino por los relatos que construye en torno a crotos que lo llevan a descubrir la crotez de su padre y una improbable linea genealógica en la cual su apellido seria una rama directa. Por otra parte en los libros se puede ver—leer—cierta erudición puesta al servicio de una narración a la que no le falta el humor y la ironía. Es decir, son libros divertidos. Otra impresión que tengo es que en ambos libros lo que se busca es ir tras los pasos de figuras que intentan forjarse un destino soberano al margen de las fronteras de lo establecido con su puño de hierro. Son figuras de museo hoy. ¿Cuál seria el equivalente hoy de un croto que va por los caminos leyendo libros ácratas y trabajando en las cosechas o de un hombre que huye mas allá de la frontera para unirse a los indios? ¿Hay, cuáles? Sin embargo el tema y los conflictos que convocan sus figuras persisten aunque no se puedan hacer equivalencias claras ni dibujar siluetas precisas. Crotos y ranqueles que se enredan en el deseo del que cuenta para viajar en busca de los fulgores del simulacro momentáneo de un yo que encuentra en el desertor, en el indio, en el croto, en el linyera formas olvidadas de ser refractarias al poder, al sistema, o a lo que carajo sea esa mierda que todas las mañanas te conecta a una cadena de montaje donde los sueños se pagan en cuotas. Claro que la vida de un croto en la decada del ´20 no era nada facil y los ranqueles eran bravos, eran muchachos jorobados, ¡quién lo discute¡ En todo caso, lo que Baigorria extrae y rescata de sus relatos, es que crotos y ranqueles cincelan otras formas posibles—y tan improbables como reales como la nuestra— de pensar el cortocircuito que se produce siempre que se juntan los cables pelados del deseo y la libertad, y que siempre hacen saltar los tapones del sexo, la política o el dinero.
Buenos Aires, enero de 2008
Juan Pablo Liefeld