
Conocí a Jorge Gumier Maier cuando era diagramador de esta revista y columnista de El Porteño. En la redacción de Cerdos & Peces se reunía la Comisión de Repudio a la visita del Papa Wojtyla o Juan Pablo II, que en su segundo viaje a la Argentina (el primero había sido en 1982, cuando se reunió con el dictador Galtieri poco antes del fin de la guerra de Malvinas) fue recibido en abril de 1987 por millones de fieles pero también por una modesta marcha de repudio desde el Obelisco que fue reprimida ferozmente. La modelo de tapa de este número de la Cerdos (además del Papa) fue «Brunilda Bayer»o mejor dicho, Gumier Maier.
Nacido en 1953, artista visual, intelectual, curador, profesor de diseño y periodista, Gumier tuvo su primera muestra individual en el Café Einstein en 1982. Luego exhibió en el Centro Cultural Recoleta, en Espacio Giesso, en Belleza y Felicidad y en la galeria Braga Menéndez, entre otros espacios, pero se lo conoció sobre todo por su actividad como curador en la galería del Centro Cultural Ricardo Rojas desde 1989 hasta 1996 y después de nuevo en el 2003, donde puso en marcha una crítica al sistema neoconceptual y profesional del arte que en esos momentos se imponía en Argentina, proponiendo como alternativa un «modelo curatorial doméstico», de «coleccionista pobre» para rescatar artistas y materiales hasta ese momento marginalizados. Su texto «El tao del arte», reproducido en la revista El niño Stanton en junio de 2009, subrayaba que se proponía resaltar «la singularidad de estos artistas, sus procedimientos empecinados, lo poético surgiendo donde no se lo esperaba».

En este texto, donde citaba entre otros a Fritjof Capra y su Tao de la física, a Osho y a T.S. Eliot, contra la verborragia académico-periodística y la proliferación del léxico conceptual en el mundo del arte, ese en el que los artistas «discuten o confrontan conceptos», «plantean hipótesis», «conjeturan», «indagan», «explicitan» o «advierten», se preguntaba: «¿Por qué la insistencia en reducir lo artistíco a una actividad sensata, inteligente y alerta?» Al contrario, el arte sería un «exceso sin término, infinito y fulgurante», que no estaría nunca del lado de Cronos, con su supuesto andar lineal y equilibrado, sino de Kairós, que se ocupaba de la suspensión del tiempo, allí donde «uno se abandona y se extravía». A modo de manifiesto, declaraba: «Que el arte, como la vida, no conduzca a ninguna parte, es la razón de nuestra libertad, la posibilidad de nuestra salvación… (Allí) Como en los rumores hipnóticos de un koan, la lógica del pensamiento se suspende. Nuestras razones se ven embargadas: «en el punto quieto, he ahí la danza» (Eliot).
Jorge Gumier Maier, a quien traté como amigo y como vecino en el delta de Tigre a lo largo de la década del 2000, se fue de esta existencia el 10 de diciembre de 2021. Lo recuerdo con estas simples palabras y con la imagen de una fiesta en los lejanos años 80, en la casa de no se quién, cuando recién nos conocíamos. Altri tempi, Gumier. Que Kairós te sostenga en tu instante eterno.
