Se mata o se paga por matar, cuando no somos capaces, a todo aquel que sepa hacerlo.
Se mata o se delega en carniceros, matarifes, pescadores y cocineros la ejecución y proceso de carne de aves, vacas, cerdos, ovejas, peces, mariscos.
Se mata o se encarga a alguien que mate por supervivencia, para comer o abrigarse. Al cazador le está vedado sentir empatía por su presa al momento de disparar la flecha o la bala, pero si sólo mata para comer, su falta será transitoria y hasta razonable.
Se mata por miedo, justificado o no, a un insecto venenoso, a una fiera que ataca y obliga a la defensa propia, a un enemigo real o imaginario: hay fieras humanas.
Se mata o se delega en funcionarios y fuerzas de seguridad la vigilancia y defensa de la vida y la propiedad a través de la carga impositiva de casi cualquier sociedad.
Se mata por compasión, cada tanto, a la mascota u otro ser querido que sufre una enfermedad terminal, que no tiene remedio.
Se mata por accidente, a veces, al roedor o al pájaro que se cruzó en la ruta, al insecto que se pisó sin querer, a las personas que chocan por descuido o negligencia, homicidas culposas.
Se mata sin intención de matar, aunque sí de causar daño, en situaciones de riña, pelea, castigos en los que a la violencia se le va la mano o el pie.
Se mata por obediencia, en las guerras “sucias” o “limpias”, en la acción policial, en el trabajo del verdugo.
Se mata por codicia y por hambre de apropiación de bienes en pequeña o gran escala.
Se mata por indignación, sed de justicia o venganza: muerte a los represores, represalias durante una revuelta, pena capital por mano propia o ajena.
Se mata por odio religioso, racial, xenófobo y femicida, por homofobia y transfobia, por aversión y desprecio al diferente.
Se mata por juego ritual, sagrado o profano: sacrificios, duelos, retos, defensa del honor y la gloria.
Se mata por deporte: caza deportiva, tauromaquia, espectáculos bestiales, herencias de circo con gladiadores.
Se mata por placer, una sensación que puede incluir el goce de compadecer a la víctima, y por voluntad de poder, un estímulo de superioridad sobre otros/as.
Se mata sin razón o por pérdida de la razón: asesinos indiferentes, psycho-killers, patologías varias.
Se mata por pasión de autoabolición: hastío de vivir, pueblos cansados, combatientes suicidas. Sólo en este último caso hay una igualación entre matar y morir en el acto.
–Fragmento de «La vuelta al reino en un acto» ploteado sobre una pared de la galería Hache dentro de la muestra «Matar y morir» de Gabriel Baggio.