Laura Estrín (*) retrata a Ricardo Zelarayán, Hector Libertella, Luis Thonis, Hebe Uhart, Pablo Chacón, Noemí Ulla, Liliana Guaragno e Irina Bogdachevski, «los muertos más vivos de la literatura argentina» al decir de Emiliano Scaricacciotoli, quien entrevista a la autora con motivo de la publicación de este libro de «conversaciones en ausencia» donde se reúnen textos leídos para homenajes, presentaciones y entradas de diario:
«Quizás su mejor presentación sea la intervención, en vivo y en directo, sin títulos de fondo, sin universidades que legitimen su discurso (aunque trabaje en ellas y las recorra, acá, en Polonia, donde sea). Quedan pocas escritoras como Laura Estrin, así que hay que conversar con la autora de uno de los más audaces libros de excesos que hoy andan cerca. ¿Exceso de recuerdos? Laura dice que la memoria le extiende el tiempo y la vida a quienes ya no están. Brindemos por ello.
¿Por qué con Zelarayán son epístolas? Cambiaste el soporte, son cartas.
A ver, a los retratos de Zalarayán ya los hice, está explicado en una nota al pie del libro (**). E incluir a Zelarayán en un nuevo libro, lo que me quedó de original o nuevo, distinto, diferente, era poner las entradas de mi diario.
Es un diario de conversaciones, de alguna manera, en ausencia, más allá del formato.
Y es re lindo eso, que sea eso es re lindo. Pero yo no lo creo, porque en realidad no fueron exactamente interlocutores. Algunos sí, a ver: Liliana Guaragno, Noemí Ulla, Irina Bogdaschevski, que fue la más par, porque era una persona desintrigante, aunque las distancias son fundamentales. Los demás fueron maestros con tertulia. Justamente, Zelarayán era sordo. Hablar con él era difícil, así que nos gritábamos. Él gritaba “¡No, hombre!” a todo lo que yo decía pero así pudimos tejer algunos encuentros. Thonis también, nos peleabamos mucho, pero eran peleas de palabras, nos queríamos, nos valorábamos enormemente, Luis se dejaba hablar y se dejaba decir, últimamente le pedía “más literatura y menos Bush”. Todo lo que escribí en Memoria irreversible se los dije en persona, excepto a Nicolás Rosa.
Porque hubiera significado…
Morir.
¿Libertella fue el mejor lector?
No, fue la mejor persona de lo literario que conocí junto con Irina. Un buen hombre que conmigo no hacía negocios, ni nunca tuvo malos tratos ni malosentendidos. Pero tenía las limitaciones de las academias, de los circuitos públicos en que andaba, lo bueno es que cuando lo conocí había empezado a andar poco. Con Milita Molina inauguramos hace poco una palabra que es “topecito”. Casi todos tienen “topecito o una tapita”, un límite. Verle el límite a los amigos es triste…
Usás muchas veces el diminutivo “clarito”. ¿Las voces que se recuperan es este libro hablaban “clarito”?
A mi me quedaron “clarito”, no sé si ellos hablaban clarito. Mirá, la otra vez le preguntaban a Juan Crasci, el editor del libro, de qué iba Memoria irreversible… y alguien se le adelantó y dijo: “Laura escribió recuerdos de escritores no tan conocidos”; y ahí me di cuenta que cómo estamos en el mundo del revés. Yo escribí retratos de gente genial y a eso le dicen “autores menores”. O anacrónicos, o difíciles, incluso! Y pensando en términos de censura, la censura de estas épocas es no escuchar a los que hablan “clarito”.
Esta escritura esta tan pegada a El viaje del provinciano que se podrían pensar como una unidad de sentido.
Totalmente. Son mis ensayos entrañables, junto a Literatura rusa, bueno también, tal vez, a la inocencia de mi Aira. El viaje del provinciano y Memoria irreversible son escritos de los últimos 15 años. Son posteriores a la muerte de Nicolás y de Héctor. Hay cosas que aparecen recién con los “padres muertos”, obvio. Cuando uno se da el gusto de empezar a hablar solo.
Quintín dice en una nota que en Memoria irreversible falta la historia del “café” que yo menciono y pinto ahí. Esa historia ya está escrita porque los “ocho locos” que aquí retrato- como dice Quintín- arrastran todos esos años de El estaño y Premier, “los vivos” están ahí, dando vueltas.
Una lectura apurada podría presuponer que para Laura Estrin ya no se puede hablar en tiempo presente, como que hay un diálogo posible sólo con lo pretérito.
No, es de vuelta lo mismo. Es pensar que estos autores son poco conocidos y del pasado! Estos autores todavía no llegaron. En las Jornadas Piglia, Roberto Ferro dijo que Thonis y Rosa no habían encontrado su lugar todavía. Yo creo que lo que no se acepta es el lugar que personas como yo les estamos dando. Se está esperando una canonización, algo en la estela de lo arado, todo lo contrario de la pasión sapiente con que Milita Molina hace su Nicolás Rosa. No es que no tengan ni hayan encontrado su lugar… como si tuviémos que esperar que Adorno o Agamben nos lo vengan a decir!
Conocí a Pablo Chacón por vos, y Chacón duele. Es un tipo que duele. Vos lo conociste y reponés esa experiencia del dolor.
No tendría que haber muerto, como Lily Popovic… seres geniales que nunca volveré a tener al lado… aunque hicieron todo lo posible para oscurecerse, encerrarse, morirse, del mismo modo que siempre lo pensé para Libertella. Pablo Chacón era un acentuado enloquecido genial, dificilísimo en el trato. Lo conocí en la escritura, en sus inteligentes reportajes, en sus terribles relatos –verdadero heredero de Osvaldo Lamborghini- y en difíciles charlas telefónicas, nos vimos pocas veces. Pero era un interlocutor de la puta madre, era inteligentísimo, salvo cuando se ponía paranoico. La genialidad de Pablo para leer y la exquisitez horrorosa de sus relatos, que están inéditos…parece, que algo van a publicar porque me pidieron una paginita para el libro, rezo porque eso suceda… se publica mierda y lo bueno se arrumba… desde siempre, desde Melville que Milita me cuenta que vendió 25 ejemplares de La ballena… y lo demás se quemó en un depósito.
Dame el lado B de estos ocho. Dicho sea de paso, no te nombré a Hebe Uhart, a quien le dedicás también un capítulo. Pero hablame de los vivos.
Hebe es un capítulo que escribí en los días en que ella murió… teniendo alrededor las mil voces de “parvenus” o “reciénvenidos” que la lloraban, de los muertos todos se declaran discípulos, es fácil, pero ese al “programa de desaparición de testigos” (Sospechados, Milita Molina) en que vivimos y por eso me gusta haber escrito y editado esta memoria de Hebe que habla complicadamente con la de Liliana Guaragno y la de Noemí Ulla, otra autora “difícil”, las únicas con las que vale la pena andar -como dijo Branko Andjic.
El libro que falta: los retratos imposibles de Milita Molina y Hugo Savino. Se lo merecen los dos, los haré alguna vez aunque caminan por mis poemas y todos mis escritos todo el tiempo. Lo que pasa que a mí me interesa la gente excepcional, esos “ocho locos” que componen Memoria irreversible me impresionaron, me jodieron duro, me volvieron sin retorno. Del mismo modo, los que siguen operando en ese sentido en mí son Milita y Hugo.
Hay una especie de mito de las memorias con ese sesgo de verdad, ese estatuto de autenticidad. ¿Pueden ser leídas como lo que sucedió, lo que pasó y hay que contarlo? ¿O siguen siendo literatura?
La memoria es literatura si el que escribe es un autor y si hay escritura. La verdad es inverosímil. Kafka anotaba cuanto le debía el carnicero y era un poema, ¿entendés?
¿El soporte le ganó a la escritura?
No, vuelvo al tema de lo que no se puede ver en una época, en épocas ciegas, épocas de mucho miedo, que no deja circular lo “clarito”, incluso “lo verdadero” ya que “le dicen literatura a cualquier cosa” –como repito y repito de Christian Ferrer. Hoy hay que contar algo rapidito y directito cómo sabe la empanada o el asadito con los suegros el domingo. No se permite la escritura, lo real, esa conmoción sin atenuantes, la irremisible honestidad, creo que le llamaba Néstor Sánchez.
Laura Estrin, ¿poeta o ensayista?
No, poeta desde los 11 años. »
(*) Laura Estrin es autora de Parque Chacabuco, Alles ding, Tapa de sol, Ataditos, entre otros libros. Memoria Irreversible. Un libro de retratos fue publicado por Añosluz Editora, 2019.
(**) En la nota al pie mencionada se lee: «Los verdaderos retratos de Zelarayán que he escrito desde que lo conocí están en el prólogo a Lata peinada (Argonauta, 2008), en Zelarayán (Biblioteca Nacional, 2015) y en El viaje del provinciano (Leviatán, 2018). Lo que aquí comparto son las entradas de mi Diario referidas a él».