Si la palabra «contracultura» ahora tiene o vuelve a tener sus 15 minutos de fama quizá se deba a notas como la que me hizo Javier Mattio en el diario La Voz a propósito de mis libros Indiada y Postales de la contracultura. Pero la pregunta sobre qué quedó o qué sería hoy contracultura regresa para poner en entredicho los lugares comunes: «el» feminismo podría ser hoy «la» contracultura… en algunas de sus formas. Sobre esta cuestión, acá van las respuestas completas a ciertas preguntas de Mattio por e-mail y que en parte quedaron fuera de la nota, supongo, por razones de espacio… o porque son finalmente pavadas, obviedades, frases repetidas. No sé, aquí van:
«La contracultura de la que hablo en mi libro refiere a algo que tuvo epicentro en cierto y tiempo lugar, la Costa Oeste norteamericana de los años 60-70, aunque es cierto que se desparramó por los cuatro puntos cardinales. Y siempre se van a encontrar formas de captura y sobre-adaptación al sistema que darán la idea de que fue una experiencia fechada y cancelada, aunque también podrán encontrarse grupos que insisten con una vida de tipo contracultural en los márgenes, bosques y montañas de esa misma zona. Por ejemplo, acá: https://video.vice.com/en_uk/video/welcome-to-pooles-land-an-anarchist-commune-in-the-canadian-rainforest/5bd09f91be4077629c26b581«.
«Estoy convencido de que algunas formas radicalizadas del feminismo actual son contraculturales o tienen potencial para desarrollar una contracultura, sobre todo si no caen en la tentación corporativa o punitivista e insisten en un cambio en la relaciones, una alternativa a la cultura patriarcal que puede pasar también por la ruptura de las leyes de la lengua. Aunque no es deseable que esos desafíos terminen normativizados por una sola forma o nueva ley que excluya la riqueza expresiva de todas las demás».
«Parece que toda vida en común está siempre amenazada por la depredación, el ‘yo primero’, la acumulación egoísta, la falta de solidaridad y compasión. Tampoco me considero exento de esas fallas. Lo cierto es que nunca fui muy consumista y creo que sobrevivir como planeta hoy exige consumir menos pero pienso que esa carga moral no puede repartirse en forma desigual sino debe ser una exigencia planteada hacia las clases que más tienen, derrochan y abusan de la tierra».
La nota que surgió de esa entrevista puede leerse en La Voz por aquí.