«Siempre quiero que me expliquen la organización de la literatura argentina» escribe Quintín en su reseña de Indiada en La Agenda. Sigue así: «Como nadie lo hace, intento entenderla leyendo, aunque leer confunde porque se pierde el punto de vista general de una buena teoría. Hay algo en particular que me intriga: la importancia de los indios para los nuevos escritores. ¿Cuál es la magia de los aborígenes, pueblos originarios, primeras naciones como para que una parte significativa de lo que se escribe los tenga en primer plano o como una referencia ineludible? Es cierto que hubo indios desde el principio (en Echeverría, en Mármol, en Mansilla, en el Martín Fierro) y que los indios son indisociables de la gauchesca, que también está un poco en todas partes (todo lo bueno es gauchesco, dicen por ahí a izquierda y derecha). Pero la culpa del renacimiento de los indios es sin duda de César Aira. Antes de que el público general escuchara hablar de lonkos y de machis, Aira ya había inventado en Ema la cautiva (1997) un mundo de indios patagónicos extremadamente civilizado y erótico, de dandis dedicados a la contemplación y al placer.
«Baigorria dice que sus propios personajes pertenecen a “tribus de raza aira”, como para mostrar al mismo tiempo su sentido del humor y su perspicacia como ojeador literario. Como en Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara (estoy engualichado y en cada una de estas columnas tengo que citar a GCC), Baigorria monta un laboratorio de literatura argentina en torno a los indios, el sexo y los textos. Su tono, a diferencia del de GCC, es menos la ironía amable y el lirismo que una especie de sarcasmo generalizado, que tanto puede estar a favor o en contra de su propia operación como todo lo contrario. Hay un uso magistral de la ambigüedad en Indiada, como el de alguien que conoce la intimidad de lo que cuenta y, al mismo tiempo, está más allá de la subordinación a ese mundo. Baigorria le presenta al lector un mundo de indios, orgías y rebeliones que arrasa con el verosímil literario sin caer en la arbitrariedad ni en el vacío, para reírse de él sin dejar de ser su cómplice.
«Pero seamos más concretos. Indiada empieza con un prólogo cuyas primeras palabras son: “Entrada en materia. O introducción, penetración, ingreso en el tema” y en las que la alusión sexual resplandece. Se podría decir que este es un libro de indios y penetraciones. En ese prólogo, Baigorria cuenta que conoció a una actriz y directora de porno feminista mujer “que parecía haber investigado a fondo las representaciones étnicas en la literatura y el cine de sur a norte del continente. Nakasuk/Grasa de foca (seudónimo para sus películas), de nacimiento iniut (lo que antes llamban esquimal) y de ciudadanía canadiense, residente en Argentina durante sus años de estudiante (cursó sin terminar la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires) tenía una mirada particular sobre las costumbres nativas: —Qué carajo les pasa a los argentinos con el sexo?— dijo apenas entramos en confianza. Toda esa obsesión con el culo, el dolor, la humillación, el guerrero y la cautiva.”
La observación con respecto al sexo anal es la misma que hizo alguna vez el finado premio Nobel V.S. Naipaul. Siguiendo con el prólogo, Grasa de Foca le sugiere al narrador que la literatura argentina carece de escritores indígenas. “¿Cómo puede ser que en Argentina no haya autores reconocidos de ascendencia mapuche, siempre lo hacen desde la perspectiva europea o criolla, gauchesca. Desde afuera. Hasta las miradas más amigables tienen una mirada exterior. Siempre miran desde el lugar del argentino ‘que se va con los indios’ (…) Naka también me llamó la atención sobre lo escasa que era la literatura y la narración histórica en torno a la vida sexual originaria. Dejando de lado las representaciones del cautiverio de la mujer blanca, las torturas y violaciones conocidas, poco y nada encontraba en los textos de ficción que abarcaran la ‘cuestión indígena’ como política sexual. Yo advertía un énfasis demasiado militante en sus críticas, que además presentaban la marca del multiculturalismo, las políticas identitarias y de minorías tan comunes en la Norteamérica de esos tiempos. Encima, Nakasuk metía en la misma bolsa la novela El entenado de Saer junto a las crónicas de Mansilla. (…) Faltaba construir en la literatura y el cine un mundo aborigen perfecto y completo en su incompletitud. (…) Para Nakasuk/Grasa de Foca, inclinada a pensar en términos de cómo llevar una ficción a la pantalla, introducir el mundo indígena en esa escenografía representaba el problema y el desafío principal. (…) Debía hacerse el esfuerzo, razonaba Naka, para que el sexo en su sentido más visceral, animal, incluso violento tal como aparece en la pornografía convencional, pudiese ser elevado, completado por el amor que las criaturas sienten entre sí, un amor que incluye a Eros pero también a Agape, un amor que nace en el cuerpo y muere en el alma (…) De tal manera, conjeturaba, podría reunirse de nuevo el sexo y el afecto, con otro modelo sobre el que apoyar la mirada, uno que tendría efectos benéficos sobre las culturas —como la argentina, entre otras lationoamericanas— ya degradadas, sádicas, sexualizadas agresivamente y siempre al borde del crimen“.
«Indiada, que consta del prólogo y cuatro cuentos, podría describirse como la puesta en palabras del programa cinematográfico de Nakasuk/Grasa de Foca, aunque con algunas particularidades. Baigorria se lanza a demoler el código sádico de los argentinos con el sexo y los afectos, cristalizado en la literatura de Osvaldo Lamborghini, para reemplazarlo por un contrato masoquista (Deleuze) en el que todos los géneros, todos los intercambios de fluidos, todas las operaciones reales e imaginarias que vinculan a los cuerpos están permitidas en un marco consensuado, comunitario y multicultural. Escrita en broma pero profundamente seria, con toques de ciencia ficción y tocándose todo entre todos, burlándose de los tics de la corrección política, incluyendo el lenguaje inclusivo, profundamente compenetrado con el medio cultural que establece esos tics como horizonte, en medio del canon más rabiosamente moderno de la literatura criolla pero con un tono burlón que juega a plebeyo y con la orgía absoluta como núcleo, Baigorria imagina una historia argentina alternativa que hubiera evitado la Conquista del Desierto de haber triunfado los planes del cacique Mamul, su amante que es su hermana gemela y una italiana que es la amante de la indiecita. O la historia de otro cacique (Baigorrón, antepasado suyo) que practica mediante la imposición de manos operaciones instantáneas de cambio de sexo y que, a su vez puede ser hombre, mujer o todo lo que pueda concebirse para practicar un sexo bisexual colectivo, el perfecto poliamor de todos contra todos. O una comunidad más reciente en el tiempo de hippies de cepa aborigen y en relación con los extraterrestres. Suele haber en estos relatos una mujer extranjera, una cautiva que, en alianza con las fuerzas telúricas, reorganiza el mundo (otro homenaje, tal vez, a GCC y la China Iron) y un ritmo acelerado, que hace pensar en los malones, en sustancias alucinógenas, en un insomnio prolongado.
«Indiada forma parte de una literatura argentina estimulante. A pesar de que Baigorria está enterado de todo, lo que escribe es puro fluir de la imaginación. Este libro lleno de humor, aparentemente excéntrico y extremo, no requiere de prerrequisitos ni de acuerdos ideológicos, solo del deseo de leer en clave lúdica. Un escritor amable Baigorria».
–Quintín. Fue publicada al final de un comentario de Cybertlon de Luis Sagasti, bajo el título «Mapas imaginarios». Puede leerse en situ por acá (gracias por la amabilidad).