Política sexual

Javier Gasparri nos entrevista (a Sara Torres y a mí) para indagar sobre el grupo Política Sexual que iniciamos, entre otras, con Néstor Perlongher. La entrevista se titula «Los días del grupo Política Sexual y después». Dice:

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Para quien no la vivió, imaginar la primera parte de la década de 1970, en Argentina, puede suponer la visualización de una efervescencia cultural (o, en la cara que nos interesa, contracultural) que no sólo hizo aparecer sucesos inéditos (ideas, hechos, prácticas, acciones, políticas, formas de arte) sino que también dejó marcas que hoy nos siguen interpelando por su vigencia actual. Esto es lo que ocurre, en el amplio y heterogéneo espectro de esa efervescencia, con el Grupo de Estudio y Práctica Política Sexual, que, en su singular y flamante juntura entre sectores del feminismo y del Frente de Liberación Homosexual, a fuerza de deseo, pudo dejar planteados problemas que hoy seguimos debatiendo y, en un firme acto de disidencia sexual, pudo soñar a su manera el fin de la heteronormatividad. Esta entrevista, realizada a dos de sus protagonistas, Sarita Torres (feminista) y Osvaldo Baigorria (escritor, periodista, catedrático e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA), nos trae en primera persona algunas iluminaciones de aquellos días, y quiere también ser una celebración del camino que el Grupo nos dejó abierto.
Comencemos por el punto de encuentro: la historia de la formación del grupo.

Osvaldo Baigorria:

En mayo de 1972, en alguna mesa de madera gastada del bar Ramos, en la por entonces llamada «calle Corrientes» de Buenos Aires, Miguel Grinberg me invita a participar de una mesa redonda organizada por la revista 2001, publicación que hasta ese momento se dedicaba a cubrir y divulgar noticias sobre ovnis, esoterismo, nuevas creencias religiosas y movimientos contraculturales. La mesa era sobre «Sexo y liberación», en un lugar que no recuerdo pero que probablemente fue suministrado por la editorial Granica, y en ella participarían, además de Grinberg y yo, Eduardo Goligorsky (director de la colección Libertad y Cambio, de Granica), Enrique Llanas, también llamado Enrique Birkin (secretario de redacción de 2001), Carlos Coquet(médico psiquiatra, presentado como «el Dr. Coquet»), Sara Glikin y Luis Karpf (presentados como psicólogos), y Norma y Pablo Lamas (presentados como pareja en búsqueda de «abrirnos, sin barreras, a todos nuestros afectos»). Esta fue la prehistoria del grupo Política Sexual, porque a partir de esa mesa de debate, reproducida en parte ese mismo año en el dossier «Sexo y Liberación» de la revista 2001, número 45, comenzaron a publicarse cartas de lectores interesados en el tema (entre ellas una del Frente de Liberación Homosexual dos ediciones más tarde) y varios de los que estuvieron en la mesa o que tomaron contacto a través de la revista lanzaron una convocatoria a un nuevo encuentro, en un domicilio particular, para seguir discutiendo el tema.

En ese nuevo encuentro, en el invierno del ‘72, en el que participaron creo que más de cuarenta personas, conocí a Néstor Perlongher y a Sara Torres, entre otras, y allí se decidió iniciar un grupo de estudios. El grupo se llamaría Política Sexual, en referencia y homenaje invertido a la asociación fundada por Wilhelm Reich en la Alemania de los años ‘30, la Asociación Alemana por una Política Sexual Proletaria, abreviada y conocida como Sexual Politik o Sex Pol. De modo que la autodefinición era Política Sexual, sin siglas, a veces abreviada irónicamente como PolSex, aunque en el documento «La moral sexual en la Argentina» de 1973, la firma decía Grupo de Estudio y Práctica Política Sexual, una firma algo chistosa, por cierto, y que si algún académico quisiera referirla en forma de siglas, hoy debería poner «GEPPS».

Sarita Torres:
Hay un punto del grupo, que es que era un grupo de amigos. Como ocurrió con la convocatoria de la revista 2001, ahí nos conocimos varios; estábamos todas las que veníamos del feminismo, algunas de las que fuimos estaban en la convocatoria y así formamos el grupo. Creo que es una situación que no se ha repetido. En los ‘90 cuando se organizan todos los movimientos GLTTBI, estaban basados en una necesidad del fondo global por la prevención de VIH-sida, no tenía nada que ver con cambiar el mundo. Nada de las cosas que nos proponíamos en el grupo, que apuntábamos a todo! ¡El mundo era nuestro norte!
Javier Gasparri:
¿Cómo se entendía el tránsito entre ustedes, quienes formaban el grupo, y las otras agrupaciones?
O. B.:
Las relaciones con distintas agrupaciones del momento eran con la Unión Feminista Argentina a través de Sara Torres; el Frente de Liberación Homosexual, a través de Néstor Perlongher; el Movimiento de Liberación Femenina, a través de María Elena Oddone, aunque de modo más marginal o informal… Es discutible la noción de «pertenencia»: la gente entraba y salía de las reuniones, participaba de una actividad y no de otra, había acuerdos y desacuerdos. Recomiendo la lectura del poema «Siglas» de Perlongher para entender ese tránsito entre agrupaciones. Entre algunas de los participantes que permanecieron desde el inicio hasta fines del ‘73, cuando me fui de Argentina, recuerdo, además de Perlongher, a Sara Torres, Norma y Pablo Lamas,
Eduardo Todesca, Mónica Guiraldez; para alguna reunión prestó su casa María Elena Oddone y para otras vinieron Hilda Rais y algunas más que habrán llegado en 1974, cuando ya no estaba en el país.
Sé que en el ’74-‘75 el grupo se implicó en la campaña por la derogación de la ley de
anticonceptivos que proponía el gobierno de Perón y en otras acciones en defensa de las libertades cotidianas. Por eso no sé si se puede hablar de «integrantes», al menos mientras estuve por aquí,entre el ’72–‘73, ya que se trataba por entonces de un grupo muy informal que se reunía cada una o dos semanas para lecturas y discusiones puntuales, un grupo que imaginaba intervenciones políticas que luego no se producirían y en cuyas reuniones podía asistir alguien que luego en la próxima ya no vendría.
S. T.:
Yo venía del feminismo y el grupo (Política Sexual) era justamente la unión con los movimientos homosexuales. Pero es el grupo EROS, del FLH, el que se integra a esa reunión. No es todo el FLH, la mayoría era del grupo Eros. De los otros grupos creo que tuvimos uno, dos chicos, a veces… Y en el grupo de Política Sexual estaba Hilda Rais, estaba yo, estuvo un tiempo Marta Migueles, no me acuerdo ahora bien todas las personas que lo integraban, pero veníamos de distintos lados del feminismo.
Yo no recuerdo que ninguna compañera del PST haya formado el grupo. Yo no lo recuerdo, no qui ere decir que no… No las veo, así, en el imaginario. Un poco sí ellas habían venido a hacer entrismo a UFA (Unión Feminista Argentina). Pero me parece que el FLH no les era un lugar muy atractivo. Fue al revés: fuimos con Néstor [Perlongher] en esa época a hablar con [Nahuel] Moreno del PST porque queríamos un lugar y
queríamos que fuera al menos adentro de un local político. No tanto por el lugar, sino como tarea nuestra hacia el hecho de concientizar troskos.¡No la hacíamos chiquita!
J.G.:
Esto es un poco lo que me parece importantísimo del grupo, la gran coalición de gente que fue: feministas, homosexuales, pero también todo un marco contracultural mucho más amplio. En ese sentido, lo extraordinario del grupo es que es como algo inédito, por lo menos hasta después de muchos años otra vez…
S.T.:
Sí, es que todo el tiempo era hacerlo así, y bueno, ¡los más polígamos éramos Néstor [Perlongher] y yo! (risas). Que siempre esa cosa del deambular, ¿no?…Pero ahí en los
‘70 era un momento supuestamente revolucionario, íbamos a cambiar el mundo, ¡y nos la creíamos! No sabíamos cómo lo íbamos a hacer, tampoco planificábamos estrategias, pero sí planificábamos estrategias de tomar el tema, de concientizarlo y difundirlo…
Con todos los requisitos de seguridad que eso implicaba, porque no era una cosa facilonga. Por eso también no hay tantos papeles, porque no se podía ir con los papeles encima, por eso un montón de cosas que ocurrieron y que no están po r todas las medidas de seguridad que teníamos que tener, porque todos conocíamos alguien que se habían llevado y que no sabíamos dónde está. Y por otro lado es distinto de lo que ocurrió después. Todo eso después ya estuvo mediado por el
fondo global… Que está bien como prevención de salud, pero ideológicamente la motivación y el contexto es otro.
J.G:
¿Qué leían?
O. B.:
Aunque hacíamos chistes de que estábamos fundando una «PolSex», esta no sería tan reichiana como la Sex-Pol alemana sino que ampliaríamos la bibliografía a otras fuentes, como Política sexual de Kate Millet, La dialéctica del sexo de Shulamith Firestone, El segundo sexo de Simone de Beauvior, Diario de un educastradorde Jules Celma y los clásicos: El malestar de la culturade Freud, El origen de la familia…de Engels, Eros y Civilizaciónde Marcuse, Psicología de masas del fascismode Reich, etc. Y agregamos lo de «Grupo de Estudio y Práctica» también como chiste, porque había inicialmente una cantidad importante de participantes que postulaba los encuentros de experimentación sexual colectiva, algo que se fue diluyendo con el tiempo.
S. T.:
No me acuerdo mucho. Se me mezclan los años. Reich, Marcuse, Freud menos.
Todavía no leíamos Foucault.
J.G.:
Foucault llega casi inmediatamente cuando se publica en Francia…
S. T.:
Sí. Y muchos de nosotros veíamos que Foucault estaba abordando lo mismo que nosotros, que sin ninguna base de nada, habíamos empezado a hacer acá. El “quién dice” lo usábamos antes acá. Porque eso es una clave, porque estábamos todo el tiempo viendo, cómo sale, quién lo dijo, y en qué circunstancia lo dijo, y pasábamos días elucubrando sobré cómo habría sido lo que realmente quiso decir o hacer…
Con toda la represión que había, siempre estábamos mirando detrás del texto, qué cosa había dicho la persona… y en qué cosa sugiere algo oculto que no puede decir y que lo deja entrever. Entonces había que pescar como si fuera bajar a la tierra para encontrar… Por eso, cuando aparece Foucault nos pareció maravilloso, por eso “quién dice” esto o lo otro, nos sentíamos muy identificados, porque nosotros buscábamos esas cositas, esos detalles, esas frases, esa cosa que nos daba algo de lo que querían decir realmente, porque estábamos tan acostumbrados que todo lo que nos decían era mentira, o sea, nos encontrábamos y hacíamos el minuto.
J.G:
¿Y GuyHocquenghem? Sobre todo por la filiación que se vislumbra en el pensamiento de Perlongher… ¿Acá lo leyeron de inmediato cuando salió en la edición argentina de Granica en el ‘74?
S. T. :
Sí, eso nos interesó mucho. Era como una puertita interesante que nos abría…
J.G.:
Y a partir de ahí entran a Deleuze-Guattari.
S. T.:
Sí, pero eso ya es una parte más de Néstor [Perlongher]. El que se engancha con el AntiEdipo es él. Yo, acá ,mientras tanto, estaban los cursos de Tomás Abraham, entonces tenía algunas cosas que me sirvieron para profundizar, para ampliar, pero también para darle como otro contenido, y también estudié Foucault con él… Entonces lo tengo todo como en un paquete.
J.G:
Funcionaban efectivamente como un grupo, se sentaban, estudiaban y leían…
S. T.:

Sí, si teníamos el material, lo teníamos que leer todos y después veníamos con las preguntas. Si alguno no había leído, Néstor [Perlongher] hacía así con el dedito… (lo imita en el gesto de profesora exigente). Pero además de eso teníamos que tener el minuto. Por qué nos habíamos reunidos, en relación a qué, qué vínculo había, qué estábamos haciendo. Un protocolo para nosotros, de la misma manera que no todos sabían dónde era la reunión. Las reuniones se la sabían uno o dos. No había mail, no había celular, sólo había teléfono pero se «escuchaba». Digamos: con todas esas cosas, entonces, el

lugar de la reunión de cada tres lo sabía uno. El resto se enteraba porque dos conectaban con él. Tomando un café en cualquier lado. No por teléfono. Ahí ese le decía a dos el lugar de reunión y otro le decía a otros dos, en otro lugar, y así se iba armando… Teníamos que cuidarnos. A ver, no estábamos haciendo nada revolucionario como lo consideraban los milicos. Nosotros estábamos segur os que estábamos haciendo algo… pero no sabíamos cómo lo iba a interpretar la policía o el ejército. O sea, no era que nosotros estábamos en peligro. Todos los militantes estaban en peligro, y no todos teníamos una sola militancia.
O.B.:
En los años iniciales se produjeron dos documentos como resultado de esas reuniones. Uno de ellos, sin la firma de Política Sexual, dado que algunos no estuvieron de acuerdo en sus términos, fue «Hacia la revolución total (llamamiento)», publicado en el número 51 de la revista 2001 y que decía haber emergido de entre los participantes de los Grupos de Encuentro que 2001 promoviera desde el lanzamiento de la temática «Sexo y Liberación». El otro, más significativo, titulado «La moral sexual en Argentina (investigación)”, llevó la firma del Grupo de Estudio y Práctica Política Sexual, fue realizado en setiembre de 1973 y publicado en el número 65, noviembre de 1973, en 2001.
S. T.:
Yo, paralelamente a eso, estaba estudiando sexología, que en ese momento no era una carrera propiamente sino un curso de posgrado de la Asociación Argentina de Sexología. Y estudié en el Museo Social Argentino una carrera absurda, que se llamaba “Humanismo Eugenésico Integral”. Un delirio con patas. Pero era la única carrera que había encontrado. Antes de eso hice Económicas. Salí del colegio, perito mercantil, y me metí en Ciencias Económicas. Con lo contable trabajaba. Y con el tema de la salud, yo estaba en la Asociación Argentina de Sexología. Por eso también me había metido con todos los temas de esa historia, y ya de entrada con el Coordinador Principal teníamos unas agarradas tremendas porque para él todavía la homosexualidad era una patología, una parafilia, y teníamos discusiones tremendas.
J.G.:
¿Y después de la disolución?
S. T.:
Después de la disolución nos seguíamos viendo… Bueno, yo con Néstor [Perlongher]. Yo seguí todo el tiempo por él. En Buenos Aires vivía acá, cuando yo iba a Brasil, en su casa. Pero hubo mucha dispersión. [Néstor] Latrónico se fue a EEUU. Casualmente por estos días lo quise llamar a Marcelo Benítez, con el que durante estos años seguíamos hablando, pero no logro ubicarlo.
J.G.:
¿Qué les representó el grupo de manera sobresaliente? Como experiencia de época, y vital, pero también un poco en lo que hoy supone históricamente, que a mí me parece que tiene una importancia altísima…
S. T.:
Yo creo que sí. Aunque era como imposible en ese momento. Aparte no lo podíamos contar. Porque cualquier persona que nos rodeaba no entendía nada. Con el único que podía hablar era con mi hijo, porque estaba acá, era amigo de Néstor (Perlongher), ellos tenían una relación especial. Y sí, nos cambió la vida a todos. En distintos aspectos… Porque este que venía de este sector, otro de otro y entonces veíamos este otro lado que no habíamos visto… Eso fue lo más rico, y quizá lo que nos cambió el pensamiento a todos.
J.G.;
¿Qué continuidades, transformaciones o rupturas identificarían en sus pensamientos
actuales respecto de la experiencia del grupo?
S. T.:
Y… a mí me constituye. Pero en este momento estoy en otro lugar, estoy en la Asociación Interamericana de Derechos Económicos Sociales y Culturales. Y trabajo con pueblos originarios, con cuestiones de género. Acá hay un problema, y yo tengo el problema: de cuando el feminismo devino en género. Ahí hay un quiebre. Se amplió la identidad, las identidades, y se bajó la militancia. O sea, de ser una lucha, una protesta, una denuncia, pasó a ser un tema de salud. Lo cual está bien en un punto, pero eso se chupó la política.
J.G.:
¿Y ahora en los últimos avatares de la militancia LGTBI, cómo ves ahí lo político?
S. T.:
El problema es que desde el punto de vista derechos civiles está bien, pero como que se banalizó la médula del problema. Lo domesticó.
J.V.:
Es lo que ya decía Perlongher, “la domesticación del deseo”…
S. T.:
Sí, y yo creo que eso no ha cambiado mucho…No sé, no estoy en este momento tanto con el movimiento LGTBI. Y bueno, un poco el tema en muchos de los movimientos LGTBI, es que la lucha política ahora pasa por Cristina (Fernández de Kirchner). ¡Néstor [Perlongher] se retorcería! A veces para analizar una situación actual pienso en cómo lo vería él. Está bien: aquel era un criticón exponencial. ¡Pero es que tenía razón! Había un punto en el cual estaba tan solo… Porque éramos muy pocos los que lo entendíamos.
O. B.:
Me parece que las batallas por los derechos al uso del propio cuerpo, a la libertad de opción o elección, al amor y a la sexualidad en todas sus formas de consenso y también experimentales, aunque vayan cambiando de posiciones y adversarios, no pueden ser nunca consideradas «batallas ganadas» en ningún sentido: algunas continúan desde los años ‘70 hasta el presente (aborto), otras mutan de status legal (derecho a la unión entre personas del mismo género), aun otras enfrentan tensiones complejas (nuevas formas de censura a las relaciones inter-generacionales; tensión entre la lucha contra la trata o explotación sexual y el derecho al ejercicio de la prostitución, etc.). Todas estas cuestiones estaban implícitas o enunciadas parcialmente, aun cuando no fuesen estudiadas a fondo o en detalle, en los encuentros de las personas que en algún momento pensamos en hacer un grupo de estudios llamado Política Sexual.
Para continuar, pueden consultarse:
Osvaldo Baigorria, “Los últimos días de Reich”, en Radar. Página 12. Buenos Aires, 11 de noviembre de 2007.
Osvaldo Baigorria, “Prólogo”, en Néstor Perlongher, Un barroco de trinchera. Buenos Aires, Mansalva, 2006.
Mabel Bellucci, “Relaciones carnales”, en Las 12. Página 12. Buenos Aires, 16 de noviembre de 2012.
Néstor Perlongher, “Historia del Frente de Liberación Homosexual”, en Prosa plebeya. Buenos Aires, Colihue, 1997; incluido anteriormente en Zelmar Acevedo,
Homosexualidad: Hacia la destrucción de mitos. Buenos Aires, del Ser, 1985.
Flavio Rapisardi y Alejandro Modarelli, Fiestas, baños y exilios. Buenos Aires, Sudamericana, 2001.
Moira Soto, “Cuando las mujeres dijeron UFA”, en Las 12. Página 12. Buenos Aires, 8 de enero de2010.