Periodismo y cultura under en los 80

Una reseña de Cerdos y Porteños por Pablo Díaz Marenghi, en la recién nacida revista Alrededores, dice:

El periodismo vive en estado de alerta permanente. Cambios coyunturales, tecnologías hiper desarrolladas que lo influyen; digitalizaciones que lo alteran, lo potencian, lo deforman. Poderes económicos y políticos que lo condicionan, lo alientan o lo censuran. En tiempos en donde algunos opinólogos pronostican el “fin del periodismo” -producto de las cada vez más difusas fronteras entre periodistas, lectores y fuentes- en donde la web emerge como amenaza dentro de las anquilosadas redacciones tradicionales y hasta se discute el rol de los propios integrantes de la prensa, la reflexión sobre la propia práctica se vuelve imprescindible. En este contexto, se editó recientemente una antología de artículos publicados por Osvaldo Baigorria en las revistas El Porteño y Cerdos y Peces durante 1984 y 1987.

¿Qué sentido tiene releer notas escritas hace casi 30 años en una época de constantes transformaciones? Repensar una época, dimensionar la mirada de un cronista joven y con ansias de contar un mundo, resucitar un pasado que se actualiza y sigue vigente: lisergia colectiva, pulsiones libertarias, perversiones sexuales, drogas y marginalidad pueblan las crónicas de Baigorria en una antología que merece ser leída, discutida y analizada.

Cerdos y Porteños (Blatt & Ríos) reúne doce artículos –inclasificables en su mayoría, híbridos entre ensayo, crónica e investigación- redactados por Baigorria con premura, pocas horas de sueño, sacrificio y con las monedas justas en el bolsillo, según cuenta en la Introducción. Corrían épocas de alfonsinismo, inflación galopante y planes australes. Sin embargo, en palabras del propio autor: “Había otros motivos más allá del ‘ganarse la vida’: había que ganar la calle, la cultura, la transición desde la dictadura hacia una libertad que no merecía que se diera un sólo paso atrás”. Los medios en donde el periodista –hoy también docente de la Universidad de Buenos Aires- colaboraba como freelance estaban cargados de ideas frescas que terminaron influenciando al periodismo argentino. El Porteño, según lo describe Baigorria, se basaba en “nuevo periodismo, crónicas, investigaciones que aprovechaban o forzaban el corrimiento de la apertura política”. Cerdos y Peces, con el peculiar Enrique Symns a la cabeza, “fue un largo paso más allá” cuenta: “Salió a forzar los límites del tímido destape cultural y sexual argentino de una manera extrema”. Allí, en ese mundom con esas ansias de renovar medios gráficos paquidérmicos y enmohecidos, se enmarcaron las colaboraciones de Baigorria hoy revisitadas a través del arte de la compilación.

Uno de los aportes fundamentales que implica el rescate de estos textos –escritos en caliente, con el apremio del colaborador esporádico y los ochentas como marco histórico- es la reflexión acerca de la mirada: el ojo del cronista escudriñando en los detalles que al grueso de la masa se le escapan. Esos detalles sucios, manchados, salpicados con fluidos corporales, mal olor, embeben las líneas que Baigorria escribe y así desfilan personajes como prostitutas, activistas libertarios devenidos en asesores de Wall Street, jóvenes estadounidenses obnubilados por la lisergia de “Los Sixties”, padecientes de enfermedades venéreas.

En medio de estos testimonios y datos relevados sin ayuda de Internet –con la curiosidad periodística como principal estandarte- se cuela todo el tiempo la reflexión propia del redactor. Su mirada no consiste solamente en una mera descripción sino que también provee al lector de una interpretación; una reflexión respecto a estos fenómenos que vienen a perturbar a las cómodas subjetividades de los ochenta y que aún hoy pueden resultar incómodos para las mentas más herméticas. Así en “Perforando la belleza” Baigorria describe la práctica sexual de introducir el pene en un agujero para que este sea succionado, masajeado y manipulado a gusto y piaccere de quién lo desee. En “Feminismo y pornografía” reproduce charlas con militantes feministas y con la prostituta que comenzó a sentar las bases de la primera Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina –Ruth Kelly-. El cronista se topa con rituales border plagados de pis, mierda, pus, escupitajos y botellas rotas en “Metafísica del asco” y narra su experiencia como expositor en un Congreso de anarquismo y teoría libertaria en “Los anarquistas van al convento”. También incluye un diálogo con el poeta, antropólogo y amigo personal Néstor Perlongher en donde debaten cuestiones sobre homosexualidad, represión, teoría y política de los cuerpos.

Ese anhelo de liberación, el impulso a romper las cadenas que la dictadura militar había anudado con tanta ferocidad a las conciencias de los argentinos, está presente en cada nota de Baigorria –son una expresión en carne viva de dicho sentimiento- y estas funcionan como disparadores para pensar qué cambió de aquel pasado del terror y la censura y qué permanece hasta hoy. Estas crónicas permiten pausar el vértigo de las mutaciones periodísticas por un instante, detenerse a recordar una época cargada de anhelos y utopías de liberación. Dejarse contagiar por esas ansias de poner a las estructuras patas para arriba, herramientas fundamentales en tiempos de certezas efímeras.

-Pablo Díaz Marenghi