Este post tiene back up en Utah

Se dice que internet dejó sin trabajo a miles de periodistas pero poco se habla de otras víctimas fatales de la cultura digital. Antes un espía tenía que vigilar, seguir a pie o en auto, acercarse con sigilo y contactar bajo falsa identidad a ciertas personas para obtener datos básicos (domicilio, lugar de trabajo, actividades, reuniones sociales) sobre otras. Pero desde que millones de ciudadanos del mundo empezaran a ofrecer voluntariamente información personal a través de Facebook, Google, Amazon y otros monopolios web que, según nos recuerda esta nota de Mariano Blejman, almacenan todo en centros dispersos en EE UU, muchos espías de carne y hueso han sido reemplazados por robots y desarrolladores que hacen el trabajo más rápido y eficiente. Para muestra, un botón: la National Security Agency está construyendo un inmenso back up de toda la información web en el estado de Utah, ancestral dominio de mormones conservadores y polígamos.

Espías y periodistas siempre tuvieron algo en común, pero internet los arrastró a compartir el velatorio del fin de época. Hoy la información no es escasa sino sobreabundante, si bien la info más valiosa está clasificada, encriptada o es imposible de obtener, mientras que las noticias de alcance masivo se abaratan. La cadena de agregación de valor sale fuera de las redacciones, entra en las redes, la circulación depende de algoritmos y audiencias-robot, de periodistas amateurs y de la manipulación y posproducción de contenidos.

De cómo, cuándo y dónde se crea el valor de la información, y qué pasa con los medios tradicionales en la era post-Gutenberg, viene a hablar Pablo Mancini, autor de Hackear el periodismo, hoy al teórico del Tao en Periodismo, 19 hs. puntual en el aula 114 de la Facultad de Ciencias Sociales, Santiago del Estero 1029.

En otra oportunidad hablaremos de la centralización de datos que ha cambiado el escenario de la seguridad personal y global. Por ahora, va nuestra solidaridad con los compañeros espías que han perdido sus trabajos o cuyos saberes han sido sustituidos para siempre por los nuevos dispositivos técnicos del control social. Confiados en que este post estará a salvo, guardado en algún remoto lugar del Far West, enviamos un saludo a esos espías tradicionales que, como los viejos periodistas, siempre supieron que el derecho y la libertad de información es una utopía más inalcanzable que la isla de Tomás Moro.