Un artículo sobre la disposición poética y barroca del rito de la ayahuasca según la perspectiva de Perlongher aparece en la revista Laboratorio de la Universidad Diego Portales de México. Su autor, Enrique Flores, del Instituto Filológico de la UNAM, revisa las relaciones entre chamanes y travestis, las poéticas del trance y las tensiones entre la fuerza y la forma, el cuerpo y la expresión, lo apolíneo y lo dionisíaco que llevarían al sujeto/poeta del rito chamánico al éxtasis, al desapego o desasimiento de los místicos y a la aniquilación del yo. Se titula «Chamanismo y neobarroso: poética de la ayahuasca» y en su introducción dice:
En una carta fechada en São Paulo, el 22 de septiembre de 1981, Néstor Perlongher le escribía a su amigo Osvaldo Baigorria: “Muchas veces acaricié –o sobé– la idea de . . . narrarte sin vanos arcaísmos, sin barroquismos de trinchera, los avatares que en este largo tiempo me han sucedido, y cuya crónica la sistemática curiosidad de los chasquis llevaba . . . al hermetismo, al jeroglífico” (Un barroco de trinchera, 52). En esa expresión bélica, subversiva, se cifra la poética neobarroca de Perlongher, aliada a la trunca biografía de este poeta nacido en Avellaneda en 1949 y fallecido en el exilio en 1992, muerto de SIDA, tras una larga rebeldía que atravesó la militancia trotskista o anarquista, homosexual, la escritura de seis libros de poemas –Austria-Hungría, Alambres, Hule, Parque Lezama y Aguas aéreas y (póstumamente) El chorreo de las iluminaciones2– además de una investigación socioantropológica sobre La prostitución masculina y un ensayo vinculado a su experiencia, en los últimos años, como devoto de una nueva secta: “La religión de la ayahuasca”:
Porque luego del 86 comienza su vinculación con el Centro Ecléctico de Fluyente Luz Universal “Flor de las Aguas”, más conocido como Iglesia del Santo Daime: la etapa más asombrosa de su viaje sobre el filo de la identidad personal . . . . Su enfermedad no parece haber tenido influencias sobre esta nueva dirección de sus intereses: descubre que es HIV positivo en el 89, en Francia, bastante después de haber comenzado a tener contactos con el Santo Daime y de entrar en un devenir bruja.
(Baigorria 21)
Aproximadamente en los años 87 u 88, dice Baigorria –“al mismo tiempo en que escribe sus principales ensayos sobre el neobarroco”–, Perlongher comienza a tomar ayahuasca o yajé en la Iglesia del Santo Daime (21). ¿Qué decir de esa “liana amazónica” desde la que el poeta realiza “la zambullida final en los ríos del misticismo tropical”, como escribe Baigorria, que subraya que Perlongher no era ciego a lo que en otro ensayo llamó “la promoción expansiva de la mística y de las místicas, como manera de vivir un éxtasis ascendente, en un momento en que la sexualidad se vuelve, con el SIDA, redondamente descendente”? (Baigorria 22). Y él mismo adivinaba ese devenir futuro cuando le preguntaba a su amigo: “¿No terminaremos siendo todos unos brujos?”:
Pero ya admitía ver “entidades” que no creía que fueran simples alucinaciones, y no le molestaba en absoluto que en aquellas ceremonias se las denominara con nombres cristianos. “Mirá, estás toda la noche, a oscuras, cantando los himnos, y te dan de tomar cada tanto esos jugos de la planta sagrada”, decía, al relatar sus experiencias. “Y sí, da miedo, claro. Pero de repente entrás a ver cosas muy interesantes. Luz, mucha luz. Apariciones. La Virgen María, por ejemplo”.
(Baigorria 22-23)
Artaud, Bataille, Reich, Foucault, Deleuze: “del erotismo de los cuerpos disueltos . . . en la orgía al torbellino de una fusión sacra”. Más allá de los males y la muerte, “la fiesta chamánica proclama el sincretismo –el cuerpo se abre y se conecta a otros en un ensamble colectivo” (23):
Creo que su espiritualidad fue ante todo el éxtasis sin cilicios de la experiencia poética en alianza con la percepción alterada por las libaciones rituales. El contagio intelectual y vivencial del cuerpo místico y el cuerpo sin órganos.3
(Baigorria 22)
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