Una postal de otra década, una manera distinta de re-tratar una época: Germán García, Osvaldo Lamborghini, Ricardo Zelarrayán y Luis Gusmán en el primer reportaje a Literal en la revista 2001 de agosto del 73. Sin firma (como los textos de aquella revista-libro, como truco o burla contra la ilusión apropiadora del lenguaje), pero realizado por Tamara Kamenszain, el reportaje «Literal o una forma de tramar intrigas» anunció a Literal con tres meses de anticipación en un mensuario que en el mismo número presentaba notas sobre David Cooper, el socialismo de autogestión, las torturas en Uruguay, el proyecto de ley de divorcio y la cobertura de las columnas del Frente de Liberación Homosexual en Plaza de Mayo y Ezeiza junto a las movilizaciones que recibieron al gobierno de Cámpora y al regreso de Perón: “Vivir y amar libremente…”, consigna de Néstor Perlongher convertida en título de una nota.
La política de las firmas: ningún epígrafe indicaba quiénes eran los fotografiados y las respuestas eran colectivas. Literal, esa “cara oculta de la luna literaria, verdadero lado B de los 70”, como dice Juan Mendoza en su prólogo a la edición facsimilar recién sacada del horno por la Biblioteca Nacional, comenzó a ser rescatada en parte por el paulatino prestigio que ganó la obra de Osvaldo Lamborghini, por el trabajo crítico y de compilación de Héctor Libertella y las reediciones de Macedonio Fernández de Germán García, entre otros aportes de “nombres propios”. Hoy incluso se puede pensar a Literal como una colección de nombres, según Ariel Idez en el miniprólogo a la edición facsimilar que preparó Mendoza: conspicuos colaboradores entre los que se contaron Jorge Quiroga, Josefina Ludmer, Oscar del Barco, Cristina Forero (María Moreno), Oscar Steimberg, Lorenzo Quinteros… Los nombres de una constelación de intrigas cruzada por la teoría psicoanalítica, la ficción/crítica o crítica-ficción, las esquirlas de las vanguardias, el surrealismo de una década de terror y de esperanza: “La literatura es posible porque la realidad es imposible”.
Algunos de esos nombres también aparecen en las entrevistas que realizó Mendoza para su investigación sobre Literal y que con motivo de la edición facsimilar fueron puestas on line por la Biblioteca Nacional: García, Gusmán, Quiroga, Steimberg, Kamenszain y Ludmer. Ahora las firmas aparecen junto a las fotos de época que han llegado al cielo digital. De la disolución y borroneo de las autorías al dominio de la reafirmación del nombre como marca. Altri tempi.
Para la historia de esta foto que empieza a circular en red, aporto: la imagen de los cuatro iniciadores de Literal fue escaneada por Ariel Idez del viejo ejemplar de 2001 -conservado en casa de mis viejos- que le facilité durante la escritura de su tesis de grado que terminó en el libro Literal. La vanguardia intrigante. De la tapa de este libro, saltó a la página 6 de Literal. Edición facsimilar. Y por último recorrió el veloz camino que hoy va de los márgenes al mainstream para aparecer como ilustración central de la nota «La escritura de lo imposible», por Maximiliano Crespi en la revista Ñ del día de la fecha.
Así es como el retrato del cuarteto intrigante dio la vuelta al mundo en 80 microsegundos, del papel a la pantalla, del scanner a la web: sale de esa revista 2001 –“periodismo de anticipación, periodismo de liberación»- en la cual Tamara Kamenszain era colaboradora en los 70, igual que el rookie ingenuo que escribió aquella nota al FLH titulada con palabras de Perlongher y que fue firmada –vale, ahora sí- con las iniciales del autor de la presente. Diríase: un agenciamiento colectivo.