A las puertas de un libro con Néstor Sánchez

Digo  «con» y no «sobre» Néstor Sánchez porque entre ayer y hoy tuve dos encuentros sorpresivos que pueden extender, una vez más, esta infatigable investigación que -bajo título algo macedoniano, con perdón-  se siente novela o post-novela,  cosa que aclaro en vista de algunos rumores que corren, caminan, se detienen a acampar.

Primero tuve un encuentro con Federico Barea (revista Expreso Nova, ex colaborador de El Anartista), quien me volcó sobre una mesa de café su enorme lista de libros traducidos por Sánchez –desde Nietzsche y el círculo vicioso de Klossovsky hasta Panjamón entre los salvajes de Borneo de Jean-Yves Domalain-, entrevistas perdidas, artículos en revistas inconseguibles, evocaciones e imágenes de René Daumal, Roger Callois y Jean Vacher, entre muchos otros materiales reunidos durante la pesquisa que Fede inició por su cuenta hace un par de años.

Luego apareció un email de Ariel Idez con este enlace a una nota de Vila-Matas sobre Sánchez, de cuya muerte en abril se han cumplido ocho años. El texto presenta algunos datos biográficos, en parte tomados de la fuente “El arte de la fuga” de Idez y Sergio Núñez, pero sobre todo da en el clavo o clave de la huída del autor al que parecía esperarle «un brillante porvenir» y un día abandonó trabajo, residencia, amigos, editores y traductores para merodear la intemperie. Vila-Matas pone a Sánchez en serie junto a Manuel Puig, como «renovadores de las letras argentinas», y aunque la escritura del primero, basada en la improvisación y el fraseo del jazz, no tuvo tanta influencia como la de Puig en nuevas generaciones de jóvenes argentinxs, lo cierto es que sí podemos encontrar ecos y resonancias en ese gesto de artista que huye del mercado y la industria cultural. En el cenit de su carrera, Sánchez llegó a ser justamente uno de los más grandes “artistas del No”, merecedor de integrar las historias de Vila-Matas en Bartleby y compañía.

Por cierto, Sánchez y Puig se conocían, fueron alguna vez juntos al cine, tenían casi la misma edad y habían publicado sus primeras novelas casi al mismo tiempo. Pero durante los 70 sus caminos se bifurcan. Sánchez erró como vagabundo por Nueva York el mismo año y probablemente el mismo invierno, con tormentas de nieve récord, en el que el Puig enseñaba narrativa en la Universidad de Columbia y escribía sus crónicas para la revista barcelonesa Bazaar, más tarde recopiladas en Estertores de una década. Nueva York ´78.

En Manhattan nunca se cruzaron. Mientras uno iba de su hotel a cenar a un cercano restaurant del Greenvich Village, el otro dormiría en el Central Park o escribiría en su cuaderno de notas con la mano izquierda sobre las rodillas, las nalgas apoyadas en el asiento frío de un umbral, observando desde la calle la grosería del neoyorquino medio, su agresividad, su obsesión consumista de mercancías entre navidad y fin de año, su “carencia de reciprocidades”, su “usura de ratas”, “libros huecos, sin peso” en un “aluvión impensable de desperdicios” cubriendo las calles a las cuatro de la madrugada. Eran crónicas distintas. La de Sánchez, un homeless que bajo el cielo del invierno construye en su diario personal un sentido mínimo, informativo del clima exterior e interior (“Los pies helados.”…“Nieva sin sosiego desde hace más de una semana”…“Ahora la nieve oculta en parte una fealdad general que, en algunas circunstancias redondeadas, llega a insinuarse como dolencia”), mientras registra sus progresos en la disciplina corpoespiritual de dominio de la mano izquierda (“La frase por su parte cuesta, las palabras se delatan, brota una especie de crispación ineficaz y sin transigencia. Buen inicio”): todo aparece en el “Diario de Manhattan” que hoy puede leerse en digital por aquí.

Yo probé escribir con la mano izquierda cuando empecé a investigar el tema. Como era de esperar, tardé demasiado en hacer los primeros borradores. Después me imaginé tipeando en la notebook con manos cruzadas, los dedos de la derecha sobre el lado izquierdo del teclado y viceversa. Más difícil todavía. La cosa se prolongó, quise experimentar con la misma épica de huída a lo Sánchez y el texto se hizo interminable. Finalmente, volví a la convención. Ahora puedo decir que está listo.

La cuestión es que hace poco mi investigación se empezó a sentir “con” o “junto a” el mito del escritor como si deseara ser relato de otra cosa, algo más que (post) novela, cuento, relato o ensayo-ficción no ficción. Y cuando creo haberla terminado se me aparecen, como llamados por azar y destino, ángeles inspirados por nuevos datos  que la vuelven aún más renuente a ser agotada, a cansarse y soñar con la condición exhaustiva. A las puertas del libro, solo me queda abrirlas.

4 opiniones en “A las puertas de un libro con Néstor Sánchez”

  1. ¡Qué buena noticia! ¿Qué nos mostrará la apertura de tan preciadas puertas? Sólo resta esperar la llegada del texto con ansiedad. Seguiremos, mientras tanto, compartiendo la obra del gran Néstor para colaborar con la tarea que nos arrastra. ¡Saludos!

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