Del 24 de febrero al 3 de mayo, Roberto Jacoby exhibe «El deseo nace del derrumbe» en el Museo Reina Sofía de Madrid, con curaduría de Ana Longoni. La muestra retrospectiva cubrirá los diversos géneros, lenguajes, formas de intervención, conversaciones, conferencias y entrevistas en las que ha participado el artista y sociólogo nacido en 1944 a lo largo de su carrera. Nadie es profeta en su tierra, pero este video grabado en el Malba -una performance extraoficial de «corte de escalera» que parodiaba el conflicto de los ruralistas durante 2008- documenta la capacidad de Jacoby de intervenir de distintos modos sobre la actualidad política y cultural, desde la ideación de la legendaria muestra Tucumán Arde (1969) hasta la “movida antidiscoteca” de las fiestas del Club Eros, pasando por las cuarenta canciones que escribió para el grupo Virus, el armado de la revista ramona y la red Venus (una “cooperativa de ególatras” entre cuyas iniciativas se destacó la emisión de dinero, los “venus”, para comprar y vender objetos y servicios), con un largo etcétera.
Lo que viene a continuación son fragmentos de una entrevista que le hice para la revista Debate en noviembre de 2004:
-¿Tu rol de «armador de redes» sería más parecido al de un operador de iniciativas que al de un artista en el sentido tradicional del término?
-Sí, pero esto también es arte. Yo hago un uso instrumental de este término, que es útil para delimitar algo, para poder decir: soy esto, soy lo otro. Digo “soy artista” para que me ubiquen. Hay artistas que se especializan en hacer que otros artistas hagan cosas. Y claro, hoy todo se convierte en un género. Si pensamos que estamos haciendo algo original, no tenemos más que mirar alrededor y ver que en otras partes del mundo hay cosas parecidas. Así que el término en realidad importa poco. No tengo una idea sustancial, algo inscripto e indiscutible, sobre eso. Creo que un grupo, una relación, todo lo que está aquí, incluso este momento, es arte.
-En Post producción, Nicolas Bourriaud plantea que como en el sistema visual dominante hay una saturación inmensa de objetos, desde la década del noventa ya no se trata de crear objetos nuevos sino de poner en circulación y difundir de otra forma lo producido.
-Es que las personas no tienen acceso a los objetos de arte sino al lenguaje, el discurso que se construye en el proceso. Ya desde los años 60, con Masotta suscribíamos a la teoría de que el acontecimiento es secundario, que la circulación y la distribución son más relevantes que la producción. Que en vez del arte de objeto, lo artístico se conecta hoy más con el proceso de circulación y de difusión. Tradicionalmente, la obra de arte era valorada por su accesibilidad, impacto, fuerza. Tenías que ir a verla y la materialidad de la pintura, por ejemplo, te producía un impacto. Era como un materialismo rudo o rústico. Pero en lo que hacíamos nosotros, la realización de la obra ya no importaba tanto como la idea. Por eso hablábamos de desmaterialización. Si tuvimos un elemento vanguardista estaba en eso, en pensar en lo mediático en un momento en que pocos lo hacían y en problematizar el acceso directo a las objetos.
-¿Y qué sería hoy “de vanguardia”?
-Ni me lo planteo. Sé que todo lo que se me ocurra lo tengo que llevar adelante. Ese es hoy mi pensamiento: hacé lo que se te ocurra y lo demás no importa. No sé si es arte, vanguardia o qué. Tengo un pasado, una experiencia y sé que mucho de lo que hice en su momento no gustó, no interesó, fue calificado de ridículo o frívolo y después pasaron cinco o diez años y empezó a ser recuperado para el canon. Mi decisión de vida fue hacer todas las cosas que tuviera ganas de hacer. Ese fue el principio operativo: Hazlo. Poner la realización por delante de la vacilación, las dudas, el qué dirán, si estará bien o mal. En cuanto a “vanguardia”, siempre fue y será un mote. Lo ineludible es que hay cosas que vienen después de otras. Y cosas que vienen después e incluyen a lo anterior, y otras que no. Todo lo que incluye al pasado y tiene una idea de posterioridad, de reflexión sobre lo anterior, da un paso más allá, un paso que a veces es hacia atrás pero también hacia delante. La inscripción en una secuencia histórica pone en juicio a la originalidad, al autor, a la idea de obra única o de que la obra terminó al ser realizada cuando en realidad siempre puede ser reelaborada. Toda obra es un material social que queda abierto, que está inconcluso y en proceso. A esa actitud se la puede llamar vanguardia o no, pero indudablemente tiene un sentido: no es del orden de la repetición. Incluso la repetición, cuando es llevada a fondo, también es significativa, porque antes nadie se hubiera atrevido a repetir el cuadro de otro y hoy a eso se lo llama “apropiacionismo”.
-En los años 50 y 60, los situacionistas proponían la reutilización de todos los elementos existentes pero como estrategia de combate contra el capital cultural. En cambio, hoy los artistas se apropian de la producción anterior pero la reinsertan en el mercado, que se ha vuelto omnipresente.
-Creo que ya no se puede hablar como antes del mercado. Es algo muy complejo, amplio, incluye cosas muy distintas. Hay un mercado del arte en el sentido de gente que va a una galería y compra una obra, pero también lo hay en el sentido de qué es lo que se conoce y lo que no, de qué se habla y de qué no. Existe todo un sistema de mediadores: el comprador, que finalmente es el que realiza la transacción, está al final de una larga cadena de curadores, críticos, escritores, medios, etc. Hay gente que genera un mercado propio, que está construyendo cierta autonomía, produciendo sus lectores, sus circuitos. Y actores que no son individuales, como los museos, las colecciones y programas estatales. Por ejemplo, el “arte político” de los últimos tiempos, el arte de intervención política, también es un mercado. Aunque los artistas digan “estamos en contra del mercado y queremos incluirnos en las luchas populares”, uno podría suponer que están totalmente mercantilizados porque todo el tiempo entran en el mecanismo mercantil de presentar solicitudes para la beca tal o el subsidio cual. Que el estado alemán te compre una obra piquetera ¿es acaso menos mercado que si te compra un señor en una galería?