
Una categoría secundaria entre las distinciones de una obra, en este caso el libro de cuentos Indiada (Blatt & Ríos, 2018) por el que recibí este reconocimiento en la edición 2022 de los Premios Nacionales de Argentina, con un jurado compuesto por Félix Bruzzone, Cynthia Edul y Alejandra Kamiya. Desde luego que hay envidia (no sé si «sana») por Sergio Bizzio que recibió el 1er premio, alzándose con una pensión vitalicia equivalente a cinco jubilaciones mínimas después de los 60 años. Bien merecido estará ese premio para mi amigo Bizzio, que es un gran narrador, pero debo decir que a mí también me hubiera venido de mil maravillas recibir una pensión vitalicia por mi librito. Claro que hay que saber perder. Ya uno de los cuentos que lo integran, «Semen indio», obtuvo en 2014 un tercer premio con algo de dinero en el Concurso de Narrativa Eugenio Cambaceres organizado por el Museo del Libro y de la Lengua, con un jurado compuesto por Juan Forn, Soledad Querilhac y Jorge Consiglio. Tercero, no primero. Y me pregunto: si no es por dinero, ¿para qué sirve un premio literario? ¿Para sacar chapa, sacar pecho, inflar el orgullo, hacer sonar el autobombo?
Se dirá que los premios sirven para acumular capital simbólico, que esto redunda luego en mayores ventas, etc. Para mí, mejores distinciones son aquellas de las buenas lectoras, como Beatriz Sarlo que en un e-mail me escribió espontáneamente, después de leer Indiada, «es de una desenfrenada y, al mismo tiempo, exacta imaginación. Un oximoron de exhuberancia fabuladora y precisión de fuentes. Inventaste historias con una materia que parece hoy imposible». O Quintín, que para otros libros ha sido más bien seco y frío, para este escribió una reseña en la revista digital La Agenda de Buenos Aires que entre otras cosas dice: «Hay un uso magistral de la ambigüedad en Indiada, como el de alguien que conoce la intimidad de lo que cuenta y, al mismo tiempo, está más allá de la subordinación a ese mundo. Baigorria le presenta al lector un mundo de indios, orgías y rebeliones que arrasa con el verosímil literario sin caer en la arbitrariedad ni en el vacío, para reírse de él sin dejar de ser su cómplice». O la distinción «Mejor libro de cuentos» en 2018 de la encuesta del diario Perfil realizada a 23 escritoras y otras personas del mundo editorial.
Igual es rara la fórmula discursiva «mención especial». Se la usa en frases como «este hecho merece una mención especial», «es necesario hacer una mención especial de Eslovaquia», «ha sido aprobado con una mención especial», «quisiera hacer una mención especial a Somalía»y «debemos hacer mención especial al papel de la publicidad», entre otras.
En fin. Algo es algo.
