Poetas lunáticos zen

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La fórmula “generación beat” surgió, según Allen Ginsberg (1), de una ocurrencia de Kerouac en un bar en 1948 cuando, en una discusión sobre lo generacional, el periodista John Clellon Holmes mencionó a la Generación Perdida (Dos Passos, Fitzgerald, Faulkner, Hemingway, entre otros). Kerouac respondió: ”Ah, pero la nuestra es sólo una generación beat”. Es decir, golpeada, abatida, en la lona, pobre, sin dinero ni fuerzas después de una noche de juerga, dada vuelta y en vela, tal como se solía decir en el Times Square y en el Village: “Man, I´m beat”. Años después Kerouac procuró darle un sentido más espiritual y trascendente a ese término, contra su uso despectivo luego de que Holmes lo difundiera en un artículo del New York Times Magazine en 1952 y sobre todo cuando el periodista Herb Caen le agregó el sufijo “nik” en su columna del San Francisco Chronicle a poco de que la URSS lanzara el satélite Sputnik.

“Yo soy el Rey de los Beat, no un beatnik” habría dicho Kerouac en otro bar cuando surgió el tema. Y gracias a la fama que obtuvo con En el camino, pudo desarrollar sus respuestas en revistas como Esquire y Playboy, entre otras que le pidieron colaboraciones rentadas. Estas son las fuentes de la compilación de Donald Allen en 1993 que fue publicada por primera vez en español, con traducción de Pablo Gianera, bajo el título La filosofía de la generación beat y otros escritos por Caja Negra en 2015. Desde luego que el título suena pretencioso, pero es justamente el que escogió Kerouac para uno de esos artículos en los que describe a los “hipsters locos e iluminados” que se salieron de la maquinaria, esos “poetas lunáticos zen” enamorados del jazz que deambulaban “harapientos, beatificos, hermosos, de una fea belleza beat”.

Escritos entre 1958-69, estos ensayos y crónicas revelan el nacimiento y el ocaso de una cultura (a la que puede anteponerse los apropiados prefijos “sub” o “contra”) cuya valoración de las drogas, los viajes, el sexo, la guerra y la paz fue totalmente disruptiva en la sociedad conservadora, racista y militarista de aquellos años. “Corderos, no leones” llamaba Kerouac a esa minoría de vagabundos que intentaba vivir, decía, en estado de beatitud “como San Francisco”, con sinceridad, paciencia, alegría, espontaneidad y amor por la vida, sin cinismo ni hipocresía: así eran los deseos del rey.

O sea: Kerouac construyó en sus textos mucho más que una generación literaria, aunque el núcleo originario estuvo en ese grupo de amigos escritores (Ginsberg, Burroughs, Snyder, McClure, Corso, entre otros) cuyas creencias y peripecias fueron materia prima para la prosa y la poesía de este testigo atento a los detalles, según la magnífica semblanza que hace Robert Creeley en el prefacio de esta selección. Además, aquí se encuentran los principios y técnicas de la “prosa espontánea”, que en realidad Kerouac no siempre seguía al pie de la letra, ya que muchas veces tuvo que reescribir sus creaciones inspiradas en semi-trance, sus balbuceos del inconsciente. De hecho, nunca pudo convencer a Ferlinghetti de que no podía modificar una sola palabra dentro de un poema y tuvo que retrabajar varios textos para ser publicado en City Lights.

Pero la seducción de sus ideas sobre literatura, Celine, Joyce, Shakespeare, se sostiene tanto como la atracción de la prosa poética con que presenta las fotografías de Robert Frank en The Americans o ese sencillo y contundente relato de viaje “Una linda rubia” o la potente pieza argumentativa en la que explica su estilo narrativo y forma confesional de origen católico en forma de carta al juez en defensa de Los subterráneos antes de que esta novela fuese prohibida en Italia.

Hacia fines de los 60 Kerouac ya se lamentaba de que no quedara nada de la generación beat. Igual mantenia la esperanza de que todo aquello terminaría echando raíces en la cultura estadounidense y tal vez mundial. Una esperanza ligera, abierta a la aceptación de la ocurrencia, como un básico gesto zen, un guiño manso y desafiante, típico ademán de lunático beat: “Tal vez. Y si no, ¿qué importa?

-Publicado en revista Ñ, 8 de abril de 2016, junto a una entrevista a Lawrence Ferlinghetti, bajo el título de «Poetas, lunáticos y hermosos». 

(1) Según lo que escribió Ginsberg en el prólogo al catálogo «Beat Culture and the New America 1950-1956», Whitney Museum of American Art, New York, 1995.