Escribe Joseph M. Pierce:
No puedo negar que me sentí un intruso al abrir la tapa de Un barroco de trinchera, texto publicado por el editorial Mansalva que reúne la correspondencia del poeta-sociólogo-activista Néstor Perlongher a su amigo Osvaldo Baigorria entre 1978 y 1986. Leer los pensamientos íntimos, sentir las debilidades, los fracasos, la depresión…es como violar la intimidad de alguien. Baigorria comparte esta problemática en su prólogo a las cartas, “problemas de pertinencia y pertenencia: ¿puedo decir que son mías? ¿Y hacer con ellas lo que quiero? ¿Qué diría el remitente vivo acerca de la idea de publicarlas? ¿Hubiese querido o imaginado que salieran de la intimidad para entrar en la esfera pública? ¿Las hubiera escrito entonces de otra forma…?” (11). Respuestas no tenemos.
Lo cierto es que la lengua neobarrosa de Perlongher brota en varios momentos alentada por la distancia y la aparente fascinación por la “comuna hippie” (en la Columbia Británica, Canadá), en la que residía Baigorria por aquellos años. El prólogo de Baigorria ayuda a orientar al lector mientras las notas de pie de página detallan las referencias personales, la red de políticos, intelectuales y amigos en la que se movía el poeta. Los apéndices añadidos, textos políticos escritos por Perlongher bajo un pseudónimo, contrastan con la intimidad epistolar al subrayar su lado feroz, intensamente dedicado al movimiento de liberación sexual en la Argentina.
El valor de las cartas reside precisamente en su capacidad de retratar una época y un clima político cuya memoria la intelectualidad argentina todavía no logra resolver. Revela el lado íntimo del volátil poeta argentino en plena dictadura militar. Conocemos
de primera mano el miedo que sintió y lo “imbancable” que fue la Argentina del Proceso; también la libertad que le brindaron los viajes a las “tierras brasiles” y cómo percibió la vida intelectual que lo sostenía (económicamente) tras su fuga a la Universidad de Campinas (a unos 90 kilómetros de San Pablo).
Pero estas no son las primeras cartas de Perlongher que se han publicado. Su correspondencia con Sarita Torres, gran amiga suya, ya salió en Papeles insumisos (2004), texto editado por Adrián Cangi y Reynaldo Jiménez, donde además se incluyen cuentos y poemas inéditos junto con varias entrevistas y textos críticos. Papeles insumisos, a su vez, pretende ser una continuación de la imprescindible compilación
Prosa plebeya (1997) que reúne los ensayos más importantes de Perlongher a lo largo de su carrera de agent provocateur. Incidentalmente, la selección y edición de Prosa plebeya es de Christian Ferrer y el mismo Osvaldo Baigorria que 9 años después nos ofrece el presente texto.
Las cartas tienen un ritmo que mueve al lector siempre adelante, cresta abajo, así como varios poemas de su primer libro, Austria-Hungría, que sale por estos mismos años (1980). Tienen una energía, una presencia a veces emocionante, otras desconcertante. Sus palabras transitan la división, siempre precaria, entre lo delirantemente lírico y lo coloquial y sarcástico: “Vuestro silencio se ha tornado denso como una noche ártica? Acaso el espectáculo repetido inefable, de la flota soviética anclada en la rada de Vladivostock obnubilados hálos al extremo de no poder preferir hiato ni rima, ni hato de sílabas o elipses, ni desplazar por la cansada máquina los sarmentosos dedos que tronchan abnegadamente troncos, hachan?” (45).
De hecho Austria-Hungría fue enviado junto con una de estas cartas para que lo comentara Baigorria. Parece que lo juzgó severamente ya que Perlongher responde, “Me ha costado-reconozco-un tanto digerir los certeros hachazos (de leñador?) de tu crítica. La irrealidad, la impronunciabilidad…” (48). Y es precisamente esta impronunciabilidad, esta pérdida de la función comunicativa del lenguaje lo que ensaya
Perlongher en esta primera etapa de su producción poética. Pero no siempre se puede atribuir esta opacidad textual a una postura estilístico-política cuando tenemos en mente la inseguridad que reinaba durante la época de la dictadura. “Con mi correspondencia suceden cosas extrañas: cartas llegan abiertas, otras que llegan sin matasellos y otras que no llegan,” comenta el poeta en la primera carta fechada el 21 de agosto de 1978, “En fin, no es para preocuparse demasiado, si uno no tiene demasiado que decir” (30). Pero Perlongher siempre tuvo mucho que decir y se nota en algunos puntos de esta correspondencia una reticencia que no le era propia.
No es hasta que se instala en San Pablo en 1981 que Perlongher siente que le puede contar a su amigo “sin barroquismos de trinchera”, es decir sin esquivar, sin suprimir lo que le imponía la represión militar. Finalmente reclama: “sólo baste decirte que entre febrero y abril he sido detenido tres veces-la primera de ellas, en Mendoza, apaleado, por el mero delito de mis preferencias eróticas, o, aún, por su suspición…pasaba la vida recluído [sic] en mi departamento y temblaba cada vez que tocaban el timbre…” (52).
En 1981 Perlongher es ya un exiliado y tiene que ganarse la vida primero como instructor de español y luego como profesor en la Universidad de Campinas. Por fin termina la dictadura en 1983, pero Perlongher se queda en Brasil entre las “pavadas intelectuales” y los “hartantes prostitutos” (los michês en portugués), que conforman el cuerpo de estudio de su tesis de maestría luego publicada en español como El negocio del deseo en 1993.
Pero esto ya es otra etapa en la vida de Perlongher. Después de su intensa crítica de la Guerra de las Malvinas y el todavía represivo “destape” democrático: “Alfonsín no parece dispuesto a desmantelar la máquina policíaco-militar” (68), se acaba la
correspondencia. Como señala Baigorria en su prólogo, “La última de estas cartas coincide con el fin de un ciclo en el florecimiento de la Rosa. Porque luego del 86 comienza su vinculación con el Centro Ecléctico de Fluyente Luz Universal “Flor de las
Aguas”, más conocido como iglesia del Santo Daime…” (21). Perlongher, la Rosa, empieza a buscar otras vías de expresión, y su relación con la ayahuasca, droga alucinógena, informa sus obras posteriores, Aguas aéreas de 1991 y Chorreo de
iluminaciones de 1992. Las cartas a Sarita Torres detallan esta segunda etapa, su diagnosis como VIH positivo, y los últimos años de su vida.
Con todo, en Un barroco de trinchera vemos la presión, la ansiedad que sintió Perlongher al verse en directo conflicto (corporal) con la política heteronormativa del gobierno militar. Por eso, además del valor literario, es una adición especial al siempre expansivo campo de estudio sobre Perlongher. Citamos como ejemplos a dos estudios comprensivos que han salido recientemente: The Poetry and Poetics of Néstor Perlongher de Ben Bollig (2008) y Barroso y sublime: poética para Perlongher de Marcos Wasem (2008). Así que como retrato de una época, descripción de una constelación de intelectuales, y contribución poética, es un texto que merece nuestra atención ya que enriquece nuestra perspectiva sobre el proceso de escritura de un poeta que todavía nos fascina.
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Publicado en Pterodáctilo Nro. 6, Department of Spanish and Portuguese, The University of Texas at Austin, bajo el título:
NÉSTOR PERLONGHER
UN BARROCO DE TRINCHERA, CARTAS A OSVALDO BAIGORRIA 1978-1986
BUENOS AIRES: EDITORIAL MANSALVA, 2006
93 PÁGINAS
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Joseph M. Pierce creció en Corpus Christi, Texas, y recibió un Master en Latin American Studies en la University of Texas at Austin.