
«Cuando Osvaldo Baigorria me escribió un mail para contarme que iba a publicar este libro, me explicó un poco de qué se trataba, qué tipo de texto era aquel que ya estaba en imprenta, y ahora que terminé de leer el libro busco ese mail y veo que en esa descripción que hizo condensó de manera sucinta pero virtuosa la esencia de Terminal 2020» leyó Mauro Libertella en la presentación de este libro y más tarde su texto salió publicado en La Agenda de Buenos Aires. Sigue así: «Me dijo: ‘El año pasado terminé una novela que contiene una crónica y un diario sobre el año de la pandemia, y una reflexión sobre el amor, el cuidado, la pérdida y el duelo. Como podrás imaginar, se inspiró en la experiencia personal de haber cuidado una pareja internada hasta el desenlace final’.
«Podría dedicar toda este texto a colgarme de cada una de las palabras de ese mail. Novela. Sí, claro, esta es una novela. ¿Por qué no? Mario Levrero dijo que hoy cualquier texto que pongamos entre una tapa y una contratapa es proclive de ser considerado una novela, y además Terminal 2020 usa a su favor todos los recursos de la narrativa: personajes, escenas, diálogos, flashbacks. En su mail, Osvaldo también habló de crónica, y es cierto: es un texto que va registrando acontecimientos, es una mirada sobre un hecho del mundo, es un testimonio sobre algo que ocurrió (no importa si ocurrió así, exactamente así; para la crónica importa que algo ocurrió y que alguien estaba ahí para contarlo). Un diario, me avisó también Osvaldo, y ese quizás sea el corazón del libro, aunque es un poco arriesgado afirmar algo así en un libro que es pura sangre, puro amor. El diario en cuestión registra las semanas finales de Beatriz, el día a día de un cuerpo que se termina de deshacer, el minuto a minuto de la agonía de un cáncer. Es un momento brutal del libro, crudísimo, precisamente porque el formato diario es el formato de lo directo, de lo que no está ornamentado o sobrecorregido. No hay nada más pegado a la materialidad que un diario, y Osvaldo registró la muerte de un cuerpo amado con algo asi como una crudeza lírica. Es además el centro del libro porque es el momento en el que se consuma una especie de inversión definitiva de roles: cuidando a una médica internista, él, el escritor, el artista, el viajero, se convierte en el internista de su propia mujer. Él se convierte en ella o se funde en ella cuando la cuida. Su casa transformada en un hospital, en una sala de cuidados intensivos. De hecho, una de las médicas con las que habla por teléfono le sugiere que contrate a una enfermera las 24 horas y él dice que no: él quiere hacer ese trabajo, quizás porque quiere hacer por Beatriz lo que Beatriz hizo por los otros. Es una decisión muy emocionante.
«En esa breve línea que Osvaldo me mandó por mail, y de la que ya estoy abusando, a la que estoy glosando letra por letra, me decía que es “una reflexión”, y eso también es muy importante. Cuando empecé a leer a Osvaldo Baigorria, por recomendación de mi madre, que lo quería mucho, me llamó la atención la manera tan natural con la que Baigorria enhebra narración y teoría. Guardo en un lugar muy querido de mi biblioteca libros como Sobre Sánchez o Postales de la contracultura, a los que es imposible ponerle una etiqueta de género. Siempre tiene una manera muy propia de incorporar sus lecturas teóricas en un texto narrativo y en algún momento de sus libros no sabemos si estamos leyendo un ensayo o no y la respuesta es sí: siempre son ensayos o, en todo caso, siempre son también ensayos. Como todo escritor, tiene sus temas recurrentes, sus berretines: el poliamor, la fuga, la devastación de la tierra por parte del capitalismo, las relaciones entre las personas, los estados alterados de conciencia, lo marginal, lo desplazado. Tiene también sus autores a los que profesa fidelidad (pero no monogamia), sobre todo algunos teóricos franceses, algunos italianos y algunos norteamericanos, ensayistas muy libres, muy juguetones, aventureros de la prosa. Lo que siempre me pregunté leyéndolo es cómo hace para tener tantas citas en la cabeza e incorporarlas de manera tan natural en lo que está escribiendo (su libro Según podría ser una respuesta posible a esta pregunta). Es como si las citas de autores volvieran a nacer cuando él las mete en lo que está escribiendo; uno, como lector, piensa: qué cita perfecta. No es fácil citar. Está el riesgo del namedropping, de aplastar el propio texto bajo un alud de bibliografía, de quebrar el ritmo dorado de una narración con referencias cultas. Todos riesgos que él elude porque da la sensación de que esas citas las tiene incorporadas a su adn, como si la teoría le hubiese ayudado a vivir, a pensar su vida, a sentirla. Esas citas soy yo, podría decir él parafraseando a Flaubert.
«Quiero mencionar dos o tres cositas más a modo de cierre. En los últimos tiempos, están empezando a salir varios libros que abordan y procesan la experiencia de la pandemia. Cuando, a fines de 2021, el virus empezó a quedar atrás, pensé, como muchos, que todos íbamos a tratar de cubrir esos dos largos años bajo un manto de olvido para poder seguir viviendo, una especie de amnesia pactada, pero no: el trauma siempre regresa si no se lo disecciona. La pandemia fue un trauma colectivo severo, muy raro, y recién ahora, que se cumplen cinco años desde que la Organización Mundial de la Salud decretó la pandemia mundial, empiezan a aparecer los libros que la piensan, que tratan de abordar lo inabordable: qué daño nos hizo como sociedad y como personas. Creo que Terminal 2020 hace también eso, porque aunque Beatriz no murió de Covid, murió en pandemia y eso le imprime a su muerte algo muy definitorio que Baigorria registra muy bien.
«Y por último, quisiera decir que, a la pequeña descripción de géneros que hay adentro de este libro (crónica, novela, diario, ensayo) le faltaría retrato. Terminal 2020 es el retrato de Beatriz. ¿Por qué es un retrato? Porque la vemos. Un retrato tiene que contar algunos hechos vertebrales de una vida (y en ese sentido el retrato se parece a una biografía), como cuándo nació, donde vivió, si tuvo hijos o no, si estudio esto o aquello, pero sobre todo tiene que hacer lo más difícil, que es alumbrar los detalles: qué le gustaba, qué la hacia llorar, qué la ponía molesta, cuáles eran sus obsesiones de entre casa, cuáles sus miedos. Beatriz está viva en este libro, tiene un cuerpo y una personalidad y una risa. Está ahí. Eso es muy emocionante y por eso este libro te late entre las manos, respira. ¿Qué más se le puede pedir a la literatura?»
—Mauro Libertella
Publicado en La Agenda de Buenos Aires el 24 de abril de 2025 bajo el título de «Es amor lo que sangra». Se lee in situ por aquí.
En la foto, Mauro con Malena Rey y este autor