
El autor de En Pampa y la vía junto al Pibe Materia (Samuel Baigorria)* a mediados de la década del 90, pocos años antes de la publicación de este libro. En un reportaje para Página/12, Laura Gómez escribe: «Cuando Osvaldo Baigorria regresó a la Argentina después de una experiencia nómade por América y Europa, su padre le contó que había sido un croto. Ese descubrimiento cambió notablemente la percepción que tenía sobre él y sobre el vínculo con su madre». Digamos que de tal palo, tal astilla.
–Durante más de quince años conocí en carne propia la trashumancia, la venta de artesanías y bisuterías en plazas y calles de muchas ciudades, las cosechas de manzanas, peras y ciruelas, las changas temporarias en la siembra de árboles, los trabajos ocasionales como bombero en incendios forestales. Así que naturalmente me atrajo leer y conocer más sobre la vida linyera de principios del siglo XX.
Entre otras preguntas, Gómez quiere saber:
– ¿Cómo fue la experiencia de entrevistar a tus propios padres sobre aquella época?
–Más que entrevistas, eran diálogos que tenía cuando iba a almorzar a casa de mis padres y les contaba cómo iba mi investigación sobre los crotos. Allí mi viejo me preguntaba qué había averiguado y hacía sus propias acotaciones e intervenciones sobre los testimonios de los diversos entrevistados. Transmitía su propia vivencia, con anécdotas personales, sobre la vida y costumbres de los crotos de campo que él había conocido.
–Entre esas comunidades circulaban discursos fervorosos sobre la libertad, cierta reivindicación del acto de deserción frente a un sistema muy instalado que gira en torno a las obligaciones del trabajo y la familia. En el capítulo 2 señalás que hubo un secuestro del término «libertario» por parte de los neoliberales de ultraderecha. ¿Cómo pensás esa reapropiación en el presente?
–Se dice que ya en el siglo XVIII existía el término inglés «libertarian» como forma peyorativa de referirse a los partidarios del libre albedrío. Pero los anarquistas fueron los primeros en usarlo en forma positiva. En 1857 y 58, el anarquista francés Joseph Dejacque lo utiliza por primera vez en sus panfletos y en el nombre de su periódico El libertario. Desde ese momento y hasta hace poco esa palabra fue sinónimo de anarquista, aunque ya en las últimas décadas del siglo XX comenzó a circular en Estados Unidos un libertarismo que, si bien coincidía con el anarquismo en su cuestionamiento al Estado, defendió a ultranza la propiedad privada frente a la injerencia estatal. Mientras tanto, decaía la influencia anarquista en los movimientos sociales, y los progresismos y las centro izquierdas abandonaron el discurso sobre la libertad para centrarse en la defensa de un Estado que regula, tutela y controla la vida pública y personal, además de que las izquierdas autoritarias en todo el mundo siguieron siendo profundamente liberticidas. Pero el mito de la libertad sobrevivió en el imaginario y es allí donde la ultraderecha encontró lo que podríamos llamar un significante vacío para proponer otra hegemonía.
Y también me pregunta por qué me han interesado estos temas. Respondo:
-Me atraen las figuras de quienes huyen y rechazan todo lo que la sociedad les ofrece aunque puedan perder la comodidad, la salud y a veces hasta la vida. Con diferentes intensidades y duraciones, tenemos en la literatura los gestos de Rimbaud, Reinaldo Arenas, Néstor Sánchez, Kerouac y otros, incluido el coronel Manuel Baigorria que se fugó a los ranqueles y sin duda el personaje del gaucho matrero que como Martín Fierro se refugiaba en las tolderías indígenas. No sé, será por herencia paterna, por esos modos misteriosos en que funciona el inconsciente.
—Publicada en Página 12 bajo el título «Osvaldo Baigorria y la reivindicación del espíritu nómade». Se lee in situ por aquí
* La foto es de Sandra Sue