
Cristian De Napoli reseña y recomienda Según. Dice:
Usted disfrutará mucho de este libro; yo (hoy) sólo lo pongo en relación. Casualmente en estos días veníamos hablando de una renovada tendencia de «literatura de montaje»: libros hechos sustancialmente con oraciones de otros y otras escritoras. Hablamos de Autor material de Matías Celedón y de Palabras somos que otros escribieron, de Julieta Marchant. Los montajes son en algún caso propuestas poéticas (como también hace Pablo Katchadjian al reordernar los versos del Martín Fierro) o más estético-políticas, cuando un escritor/a decide retrabajar documentos históricos. ¿Qué hace Baigorria?
Yo diría: una excelente actualización de la forma más antigua de montaje. Hablo de los «libros de citas», vislumbrados por Aristóteles, comunes en el Renacimiento, tan usuales que hasta el filósofo Erasmo de Rotterdam publicó un libro sobre cómo hacer un buen libro de citas. En inglés los llaman «commonplaces», traducción literal del latín (que a su vez traduce el topoi griego): libros de lugares comunes -en castellano la expresión tiene tufito, pero en el fondo es bella.
Yo lo llevé, vos lo llevaste, en la adolescencia quizás, quién no: pasar a un cuaderno las citas que te marcan, con anotaciones («cuánta verdad!!»), con discusiones (tampoco todo te tiene que encantar, con que nos provoque alcanza). Baigorria, que escribió un libro sobre el amor libre, era sin duda el indicado para traer al público su libro de citas. También porque es un joven eterno.
Para cerrar infiltro una -ya que estamos- cita de Robert Darnton, ensayista y bibliotecario, capo:
«Hubo un tiempo en que los lectores solían llevar un libro de lugares comunes. Cada vez que se topaban con un pasaje jugoso, lo copiaban en un cuaderno, añadiendo comentarios. El asunto suponía una forma especial de apropiarse de la letra impresa. A diferencia de los lectores modernos, que siguen el desarrollo de un relato de principio a fin, aquellos leían dando saltos en el escrito y pasaban de un libro a otro. Desmenuzaban los textos en fragmentos y al transcribirlos los reunían en nuevos patrones. Luego releían las copias y volvían a acomodar los patrones al tiempo que añadían más fragmentos. Lectura y escritura, por ende, eran inseparables. Pertenecían a un mismo esfuerzo ininterrumpido por darle sentido a la vida».
Di Napoli está en la librería Otras orillas (Lucio Norberto Mansilla 2974, Ciudad de Buenos Aires). Según también (según stock). Su comentario puede leerse en Facebook por acá.