
«Poco a poco las caretas se hacen más ridículas, las posturas salvadoras más lamentables, los pretextos más tristes. Pero de ninguna manera nos tienta crear una filosofía del resentimiento y la tristeza» *.
Grinberg fue quien me llevó a escribir mis primeras colaboraciones periodísticas en la revista 2001, a principios de los años 70. Algunas diferencias ideológicas menores nos fueron apartando, así como las derivas de la propia vida. Y aunque en los últimos años apenas nos veíamos -la última vez fue un breve cruce a la salida de la conferencia que dictó Bifo Berardi en el Auditorio de la Facultad de Ciencias Sociales, UBA, en 2018 (él me preguntó «¿qué estás haciendo por acá?»)- igual sé que lo voy a extrañar.
–* Del manifiesto «Las pieles del fracaso» en la revista 2001, año 5, número 52, 1972


Una página web que quiere «desempolvar archivos olvidados y memorias fuera del margen» se nombra a sí misma
Estoy leyendo Estados del deseo de Edmund White traducido por Mariano López Seoane y publicado por Blatt & Ríos: un viaje a ese laboratorio de relaciones sociales que fueron las grandes ciudades norteamericanas de los años 70, un territorio que conocí de cerca en pleno impacto del Gay Liberation y absoluta experimentación corporal pre-sida. White -«drageado de etnógrafo», como dice el traductor- tuvo la suficiente calle para pintar su aldea y así pintar el mundo, en especial desde aquella aldea en la cual se descubrieron y revelaron en público todas las formas de orgía, S/M, leather, fist-fucking y un largo etcétera de prácticas retratadas con dosis perfectas de ironía y cariño.
Lala Toutonian me entrevista para Perfil Cultura, en una edición que incluye fotos del Lejano Oeste y del Cercano Sur porteño: la máxima periodística que indica «nunca dejes que la realidad te arruine un buen título» aquí fue aplicada con gran criterio, desmesura en el elogio, exageración y precisión simultáneas. Empieza así:
«Indiada y Postales de la contracultura: dos libros de un mismo autor, Osvaldo Baigorria, que se editan sincrónica y quizá complementariamente (¿fue esto premeditado o solo juego del azar?) y tensionan de un modo al que no estamos aún habituados, las posibilidades de la escritura cuando su materia fricciona la memoria personal con experiencias que, en tiempos como los que corren, resultan por lo menos excepcionales.