Mejor frase para brindis de fin de año: «Bebamos y follemos, que mañana moriremos».
Mejor rito: Ponerse ropa interior roja para que haya amor y comerse las doce uvas cuando den las 12.
Feliz Nochevieja, coño! Joder…
Mejor frase para brindis de fin de año: «Bebamos y follemos, que mañana moriremos».
Mejor rito: Ponerse ropa interior roja para que haya amor y comerse las doce uvas cuando den las 12.
Feliz Nochevieja, coño! Joder…
Aquí está, gracias a Matías de Golosina Caníbal, un texto que refiere a hechos ocurridos en Brasil en los 80 aunque no fue publicado en esa década sino en 1992, cuando en la Argentina los saqueos ya no eran un «fenómeno extranjero». Las diferencias y semejanzas entre los distintos contextos saltan a la vista: hay «hambre», dice Perlongher, hay «jóvenes funks» entre los presuntos culpables del «ataque confiscatorio», hay «militantes» en alianza con «masas desesperadas» pero estas no sólo roban alimentos sino también televisores, botellas de whisky, zapatos de taco alto y botellas de crema Hinds, entre otros cosméticos arrebatados de las perfumerías y a veces usados para producción in situ junto a las góndolas. Ahí entran en escena las noctilucas (luces de la noche, bichas de luz). «Las variantes de la confiscación son numerosas» afirma Perlongher, invirtiendo la acepción estatal de «fisco» para desplazarla hacia una imagen de «lo público», pero «ninguna es tan sugerente como la que prenuncia el titilar de los espejitos».
SAQUEOS
Noctilucas enardecidas, el resplandor de los espejitos anuncia a lo lejos su avance nocturno. Suena en Sao Paulo y Rio de Janeiro, entre otros sitios menores, la hora del saqueo. Todo se saquea: supermercados, almacenes, tiendas, camiones cargados de comida que sufren un accidente en la calle son desvalijados. Una vez, en el Nordeste, hubo un accidente con un tren cuyos vagones abalanzaron para llevársela, originando un pavoroso incendio que destruyó toda la favela.
Éstas, las noctilucas, van provistas de un pequeño espejo de cartera, de ésos que se usan para retocar el maquillaje, y entran a saco en las perfumerías. Para no ser sorprendidas con la mano en la crema, delatando su avidez estática en el traslado de un lado a otro de los potes, prueba certera de su exceso, las cosmetologizadas se embadurnan ahí mismo junto a la góndola. Pero la policía las descubre porque las ve excesivamente maquilladas, lo cual en el Brasil es una extravagancia. Si fuese en la Argentina, de cajón que no las descubrirían, entre tantas porteñas que le dan con todo al pancake y al pincelito (siempre me ha sorprendido que las chicas de Flores amanezcan pintadas, son —en versos de Arturo Carrera— «niñas que nacieron peinadas»).
Que hay un antes y un después para el género biografía y para el subgénero «de escritor» parece evidente a partir de esa bisagra monumental, esa obra extraordinaria que es Osvaldo Lamborghini de Ricardo Strafacce. Una columna de Damián Tavarobsky en Perfil Cultura que ya no logro encontrar en el enlace web de origen (precariedad digital) decía que la desmesura de Strafacce produjo un punto de inflexión en la historia de las biografías argentinas, un país con escasa tradición en el género si se compara con las tradiciones francesa y anglosajona. Coincido con Tabarovsky en que hay «poca verdad fuera de los textos, de la escritura» y que lo mejor está en los libros anómalos o autónomos respecto al autor del que se trate; pero justamente por eso es que no quise o no pude escribir una biografía de Néstor Sánchez.
En la página de legales de Sobre Sánchez en Mansalva dice «ensayo literario»; en la Ñ pusieron a ese título en el rubro «Varios» (por sus varios géneros, supongo) después de caracterizarlo como «libro freak», «relato excéntrico» y «biografía en primera persona»… En La arquitectura del fantasma, Héctor Libertella refiere a la transbiografía: «única manera de atravesar con mis propias palabras la autobiografía de los otros». Aun no siendo el más calificado para calificar mi libro, creo que también podría ser considerado simplemente «narrativa argentina» (aunque sea en paralelo), porque de este experimento alrededor de la figura de Néstor Sánchez salió el relato de una biografía fallida y de una investigación incompleta, en cruza de realidad-ficción, que se redondea de algún modo por la intromisión del elemento «auto» que implica la memoria (y la desmemoria, como paráfrasis de Sánchez).

En Facebook, la plaza queda por acá.
Para mis amig@s que no leen Clarín, aviso: Una nota de Ezequiel Alemian sobre Néstor Perlongher y las recientes jornadas en la Biblioteca Nacional, publicada en la sección Cultura de este domingo, ofrece una exacta sinopsis de la vida breve y la obra influyente del «poeta que sigue revolucionando la literatura» como dice el título.
Entre los comentarios de lectores, alguien observa que Néstor estaba «más allá del trotskismo» y que esta etiqueta «le sobra al encabezado» (o copete): detalles de la edición de un diario. Otra descripción posible se encontraría en el remate de la nota de Alemian, que alude a la aspiración a ser «un negro» o «un traidor a la raza blanca». La referencia está tomada de «69 preguntas a Néstor Perlongher» en la revista Babel 9, junio de 1989. En esa entrevista, la pregunta fue: «-¿Qué habría querido ser?» Y la réplica de Néstor: «Uno va siendo lo que le sale. Algunos rumbos truncos: político, periodista, tal vez prosista. En un plano más radical, me gustaría ser negro. Ser un traidor a la raza blanca. Ser es devenir: devenir negro, devenir mujer, devenir loca, devenir niño».
Hace 20 años, Néstor Perlongher se deslizaba por los últimos tramos de una «larga y penosa enfermedad» llamada Sida en su departamento de Sao Paulo. Estas imágenes corresponden, en cambio, a tiempos más felices, seguramente una fiesta a principios de los 80. A propósito del título de su cuento «Evita vive (en cada hotel organizado») -consigna del Movimiento de Inquilinos Peronistas-, quisiera recordarlo hoy, en vísperas de las «Jornadas Néstor Perlongher-20 años» que organizan Paula Siganevich y Cecilia Palmeiro para el 27 y 28 de noviembre en la Biblioteca Nacional. De los varios textos que en estos días mencionan el aniversario o aprovechan para meter letra en el periodismo cultural, destaco el de Mabel Bellucci «Relaciones carnales» en Las 12 de Página, donde se revisa el vínculo entre feminismo, revolución y liberación sexual que Néstor advirtió como pocas entre las vanguardias de los 70.
Aquí va en digital el artículo que escribí para la antología Lúmpenes peregrinaciones, publicada en 1996 por Beatriz Viterbo, con selección de Adrián Cangi y Paula Siganevich:
I
Esta noche voy a leer
un poema que no se sostiene
en el papel.
Un poema para ser leído en voz alta
y escuchado en voz baja
o leído en voz baja
y no escuchado
porque ¿quién va a escuchar un poema leído en voz baja?
Cómo decirlo… A propósito, ad hoc, por encargo.
Un poema escrito especialmente para esta noche
tan especial
para vos.
Sí, a vos te hablo,
oh Noche de los Museos
(acá empieza el poema, más o menos). Continuar leyendo «Poesía estatal»
Una intersección imposible o un cruce cercano -según cómo se la vea- en tiempo y en espacio al aniversario no de un deceso sino de una salida de sí completa, de un exit final: Perlongher tuvo hace veinte años su «muerte en bicicleta», Ginsberg hace quince su «muerte y fama». Tamara Kamenszain repreguntaba «es esto hablar de la muerte?» en su lectura de La novela de la poesía durante la primera fecha del ciclo Plaza de la Lengua. Ahora, el próximo jueves en un nuevo encuentro del ciclo leerán Paula Peyseré, Charly Gradin, Alfredo Jaramillo y Pablo Katchadjian. Es a las 19 en la placita Boris Spivakow, detrás del museo del Libro y de la Lengua (entrada por el museo, Las Heras 2555, o por las escaleras de la esquina de Austria y Las Heras). No confundirse de esquina, cruce o frontera: el imperio es austrohúngaro.
El rumor creció en volumen y se volvió anuncio: mi libro está en imprenta para salir en simultáneo con la reedición de Nosotros dos por Mansalva. Si todo va bien, habrá brindis la noche del miércoles 28 de noviembre en La Internacional Argentina (Padilla 865, CABA).
Ricardo Strafacce escribió para la contratapa:
«Siento la tentación de decir que éste es uno de los libros más hermosos que he leído en los últimos tiempos. Pero no lo digo porque otra tentación superior —borrar la cláusula “en últimos tiempos”— me lo aconseja. Continuar leyendo «Sobre Sánchez»