Me dijeron no te metas con esto, hay gente que te va a saltar a la yugular como una fiera. La autocensura funciona: el género diatriba en este caso iba a ser dirigido “contra las mascotas” pero ese título sería impropio o precisaría una extensa aclaración que superaría los límites de esta columna. Porque no tengo nada contra los llamados animales de compañía, esos seres maravillosos de otras especies de los que podemos aprender muchísimo, incluida la capacidad de amar y cuidar. Lo cuestionable es el mascotismo, la práctica de retener animales silvestres en un domicilio particular y que como concepto aquí voy a extender a todos los animales, incluso los que atravesaron procesos de domesticación por milenios.
Eduardo Irujo comenta Segúnen Papel en blanco. Dice: «Ordenar una biblioteca. Abrir cajas de libros en la enésima, pero posiblemente la última, mudanza. Osvaldo Baigorria (Buenos Aires, 1948) consigue introducirnos en su universo lector tomando una decisión radical. Según ordena sus libros por orden alfabético, sus dedos, sus ojos, se demoran en marcas y subrayados de los libros. Emprende una aventura borgeana, hablar de autores y autoras a través de un libro, una cita, un recuerdo. Así se construye Según. Una autobibliografía, publicado por la excelsa Caja Negra en 2023. Del autor ya habíamos leído hace unos años la memorable Sobre Sánchez (Varasek, 2017; Mansalva, 2012 y 2018), una biografía atípica de un vagabundo literario.
Tengo en mi mesa de luz tres libros que parecen escritos con absoluta libertad formal y expresiva, en una actitud realmente libertaria que se encuentra a años luz de quienes hoy balbucean la palabra libertad sin saber de qué se trata: Ningún lugar adónde ir, Cuadernos de los Sesenta y Destellos de belleza, de Jonas Mekas, de cuya muerte se cumplieron cuatro años el pasado 23 de enero. Mekas fue desde su infancia y adolescencia un prolífico diarista, reportero y cronista antes de volverse el documentalista experimental dedicado a registrar en sus películas-diario todo lo que ocurría a su alrededor. Confieso que sus textos me resultan más fascinantes que algunos de esos documentales que pueden requerir horas o días de labor para verlos, no digamos hasta el final porque a veces con un fragmento es suficiente, sino incluso en parte. Hay en ellos una defensa sin atenuantes del arte aficionado, no-profesional y espontáneo: “El diario en el arte es el formato más personal y democrático” escribía Mekas. “Quien elige llevar un diario en el mundo del arte es alguien abierto a todas las posibilidades, que no descarta nada, porque todo eventualmente encuentra su uso”.
La revista Segunda Época le pidió a un grupo de personas que escribieran en forma de diario sus testimonios sobre los días que corrieron entre las PASO, las elecciones generales y el ballottage o balotaje 2023. Me tocó escribir sobre esta etapa final, del 15 al 20 de noviembre:
Miércoles 15
A cuatro días de llegar al borde del precipicio. Ese de las elecciones que parecen definir si se acaba o no el mundo, es decir, esta parte del mundo, este país. Es decir: este país tal como lo conocemos.
Hay señales del abismo por todas partes. Me entero por twitter que al presidente de la Juventud de la Unión Cívica Radical lo amenazan fantasmas del pasado con mensajes tipo “te mereces un fierro en la cabeza”, o “una bala te hace falta, bastardo” o también “quedate tranqui que el Falcon arranca por Almagro la semana que viene”. Parecen mensajes de ultratumba, de esas ultras que invitan a un viaje en el túnel del tiempo hacia fines de los 70.
Son días de peligro. Justo escucho una canción de Adriana Calcanhotto que me devuelve la esperanza. En realidad, es del compositor brasileño Assis Valente. Se puede traducir así:
“Anunciaron y garantizaron que el mundo se iba a acabar/ a causa de eso mi gente allá en la casa comenzó a rezar/ hasta dijeron que el sol iba a nacer antes de madrugada/ a causa de eso allá en el morro esta noche no hubo batucada/ yo creí en ese palabrerío suave/ pensé que el mundo se iba a acabar/ y fui tratando de despedirme/ y sin demora traté de aprovechar/ besé la boca de quien no debía/ agarré una mano que no conocía/ bailé un samba en traje de maillot/ y al fin el mundo no se acabó”.
«Definir a Osvaldo Baigorria (Buenos Aires, 1948) es, de algún modo, ir en contra de su propia obra» escribe Mercedes Halfon para la revista Coolt. Sigue: «Es cierto que en las últimas décadas parece haberse instalado con comodidad en la literatura: entre ensayo, narrativa y poesía, lleva publicados 15 libros; y el año pasado dio el discurso inaugural del FILBA. Baigorria es, a esta altura, uno de los grandes escritores argentinos, pero el título parece quedarle no del todo cómodo, porque su recorrido vital ha sido más amplio y diverso e incluye muchos otros oficios: fue artesano en cuero y en metal, trabajador golondrina en diversas plantaciones, miembro fundador de una comunidad rural en los bosques de las Montañas Rocosas donde vivió por ocho años, bombero forestal, repartidor de diarios, cuidador de personas parapléjicas, profesor de inglés o español, según correspondiera; además de algunos trabajos más tradicionalmente vinculados a la escritura, como el periodismo o la docencia universitaria. Y Baigorria fue, sobre todo, un nómade que vivió gran parte de su juventud fuera de Argentina, trazando diversas rutas que, como líneas de colores furiosos, rayan la superficie terrestre: entre 1974 y 1993 vivió en Perú, Costa Rica, México, Estados Unidos, Canadá, España e Italia. En su retorno definitivo al país, se instaló en el Delta del Tigre, un paisaje bello y pantanoso, desde el que iba y venía a la gran ciudad. Y donde, imaginamos, empezó a escribir con más frecuencia.
Pocas cosas son más detestables que la obligación al festejo cuando se siente que no hay nada para festejar. Una fiesta obligatoria no es una fiesta. Quizá lo era en la antigüedad, cuando las festividades eran el tiempo-espacio en el que además de observarse los rituales religiosos se permitían transgresiones a las actividades habituales para la supervivencia. El crítico Roger Caillois, que vivió en la casa de Victoria Ocampo a partir de 1939, publicó ese año su ensayo El hombre y lo sagrado en el que postulaba que la humanidad siempre repartió su vida entre lo profano y lo sagrado: el primero sería el horario común, ordinario, de la labor diaria y del respeto a las normas; el segundo, la hora del derroche.
Decía André Breton que hay libros para llevar de viaje y otros que te hacen viajar. Y a veces coinciden. Como me pasaba con los libros de Kerouac en otros tiempos. Pero el mundo ha cambiado.
En tiempos de crisis e incertidumbre cada cual tendrá que conseguir su remedio para atravesar la noche. A mí cada tanto me basta con tomar refugio en un poema, que es como decir en el canto, la plegaria, el mantra, la oración. Y Dylan Thomas (ese poeta de Gales cuyo nombre de pila inmortalizó Robert Zimmerman) creó versos que son como bunkers fabricados con palabras. Nació un 27 de octubre de 1914 y murió en Nueva York poco después de cumplir treinta y nueve años, un 7 de noviembre de 1953. ¿Qué es la muerte de un poeta? Nada. Son las fuerzas que motivaron sus palabras lo que permanecen, en una lengua u otra. Para el mito, quedó aquella legendaria frase que pronunció una madrugada, cuando se levantó de la cama de su habitación de hotel con la excusa de que necesitaba aire fresco y se dirigió a una taberna cercana, de la que volvió un rato más tarde para decirle a su joven asistente Liz Reitell, quien también se había convertido en su amante: “me tomé 18 whiskies; creo que es todo un récord”. Y se fue a dormir o, mejor dicho, se derrumbó en su cama. Literalmente, dijo “18 straight whiskies”, lo que significa que entraron puros al buche, sin hielo ni gaseosas.
Fabián Casas y Marina Mariasch me entrevistaron para su programa La Inquietud en el Centro Cultural Kirchner hace un par de meses y el podcast sale por Spotify justo en estos días de un noviembre inquieto por todo lo que se juega en las elecciones para presidente de Argentina. Hablamos de Según, entre otros libros, y se escucha siguiendo este enlace: https://open.spotify.com/episode/65yDCFjd69GLBwq7GBjnTE