Carta abierta a William Burroughs

Dear Bill, te escribo al más allá desde este más acá que es el castellano rioplatense, un idioma que creo jamás conociste en vida así que después lo pasaré por el Deepl translator para que me entiendas bien y no te ofendas por lo que voy a decir, porque soy un admirador de tu obra, tus gestos y tus intervenciones en torno a la interacción entre la obra y la vida y porque fuiste como un faro que guio a varias generaciones de poetas y artistas desde la segunda mitad del siglo XX, pero justamente por eso quería decirte, y espero que no lo tomes a mal… ¿Tenías que matar a Joan Vollmer, que te quería tanto y te bancaba en todas tus aventuras con chicos?¿Matarla así, por accidente, con un tiro en la sien a pocos metros? Qué cagada esa mancha, esa marca en tu existencia. Es cierto que ella se prestó voluntariamente a la tontería de hacer un experimento a lo Guillermo Tell, no con una manzana y un arco y flechas sino con un pequeño vaso con ginebra sobre su cabeza y un arma de fuego. La pobre Joan, eterna adicta a las anfetaminas tanto como adicta a una relación con vos y con la muerte que finalmente llevó al límite su coqueteo con la autodestrucción, exponiéndose a la fragilidad de tu pulso ebrio ese día en que le apuntaste con una pistola. Dijeron testigos del hecho que Joan se rio hasta el último momento. Y que después de colocar ella misma la copa sobre su cabeza cerró los ojos porque – y estas fueron sus últimas palabras: “no puedo soportar ver sangre”.

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Más allá del primer beat

En los márgenes del corazón o núcleo duro del primer grupo de la Generación Beat, alrededor de Kerouac, Ginsberg, Burroughs y otros autores más o menos conocidos, se formó toda una constelación de poetas mujeres, afroamericanos y también jóvenes blancos que acompañaron, compartieron, heredaron y continuaron el legado de los “padres fundadores”. Varios estudios y publicaciones académicas norteamericanas de las últimas décadas han rescatado y propuesto para el canon a esas otras voces opacadas en parte por su papel secundario y periférico en relación a los nombres más famosos y quizá también porque la narrativa beat siempre tuvo más circulación que su poesía. Continuar leyendo «Más allá del primer beat»

Poetas lunáticos zen

jack kerouac lucien carr allen ginsberg

La fórmula “generación beat” surgió, según Allen Ginsberg (1), de una ocurrencia de Kerouac en un bar en 1948 cuando, en una discusión sobre lo generacional, el periodista John Clellon Holmes mencionó a la Generación Perdida (Dos Passos, Fitzgerald, Faulkner, Hemingway, entre otros). Kerouac respondió: ”Ah, pero la nuestra es sólo una generación beat”. Es decir, golpeada, abatida, en la lona, pobre, sin dinero ni fuerzas después de una noche de juerga, dada vuelta y en vela, tal como se solía decir en el Times Square y en el Village: “Man, I´m beat”. Años después Kerouac procuró darle un sentido más espiritual y trascendente a ese término, contra su uso despectivo luego de que Holmes lo difundiera en un artículo del New York Times Magazine en 1952 y sobre todo cuando el periodista Herb Caen le agregó el sufijo “nik” en su columna del San Francisco Chronicle a poco de que la URSS lanzara el satélite Sputnik.

“Yo soy el Rey de los Beat, no un beatnik” habría dicho Kerouac en otro bar cuando surgió el tema. Y gracias a la fama que obtuvo con En el camino, pudo desarrollar sus respuestas en revistas como Esquire y Playboy, entre otras que le pidieron colaboraciones rentadas. Estas son las fuentes de la compilación de Donald Allen en 1993 que fue publicada por primera vez en español, con traducción de Pablo Gianera, bajo el título La filosofía de la generación beat y otros escritos por Caja Negra en 2015. Desde luego que el título suena pretencioso, pero es justamente el que escogió Kerouac para uno de esos artículos en los que describe a los “hipsters locos e iluminados” que se salieron de la maquinaria, esos “poetas lunáticos zen” enamorados del jazz que deambulaban “harapientos, beatificos, hermosos, de una fea belleza beat”. Continuar leyendo «Poetas lunáticos zen»

Todo lo que necesitas es un buen analgésico

Un día después de escribir la última palabra de su vida, William Seward Burroughs (1914-1997) sufrió un ataque al corazón y este dejó de latir para siempre dos días más tarde en el Lawrence Memorial Hospital de Kansas. La palabrita en cuestión, escrita con todas las letras mayúsculas en la última página de su diario personal, era “LOVE”. Una broma o una decepción para muchos fans ingenuos del mito del escritor maldito, pansexual, politoxicómano, disidente paranoico, amante de las armas de fuego y lo bastante loco como para matar a su mujer involuntariamente mientras jugaban borrachos a Guillermo Tell con un revólver calibre .38 y un vaso en la cabeza de ella (al parecer, él quería demostrarle que tenía una excelente puntería). “Nada es verdad, todo está permitido”, palabras finales atribuidas a Hassan Sabbah, líder de la secta medieval Los Asesinos, que el autor consignó, también con mayúsculas, en la introducción de su novela Ciudades de la noche roja, hubiese sido un mejor cierre para el mito. Continuar leyendo «Todo lo que necesitas es un buen analgésico»