Detesto tus ideas pero ¿daría mi vida por tu derecho a expresarlas?

La frase que hoy puede aplicarse a la invitación a Vargas Llosa para la apertura de la próxima Feria del Libro de Buenos Aires es (sin los signos de interrogación y en francés) bella aunque también exagerada y tal vez hipócrita, además de atribuida erróneamente a Voltaire y en otros términos: «Je déteste ce que vous écrivez, mais je donnerai ma vie pour que vous puissiez continuer à écrire».  La tolerancia no exige tanta máscara. Puede decirse con las palabras de Cristina Fernández según paráfrasis de Horacio González («no es concebible la vida literaria y el compromiso con la ensayística social sin un absoluto respeto por la palabra de los escritores –o de cualquier ciudadano–, cualquiera sea su significación o intención»), después de la primer carta que escribió el Director de la Biblioteca Nacional contra la invitación al reciente premio Nobel. La operación metió algún ruido en los pasillos de la «cultura nacional» y aparecieron declaraciones a favor y en contra en algunos medios argentinos, de las cuales recorto:

De la nota de Silvina Friera en Página/12 :

«Creo que no hace gran diferencia, si se admite la presencia ‘estelar’ del Nobel en la Feria, que la inaugure o no, siempre que haya un compromiso tácito para que evite incursionar en la política nacional, sobre la que tanto se equivoca. Salvadas las distancias, si hubiera sido posible, sería como oponerse, por las mismas razones, a que Borges inaugurara la Feria” (Daniel Divinsky)

“Así es la democracia que conseguimos, y que Vargas Llosa pueda inaugurar la Feria en Argentina vendría a descalificar la falta de libertad de expresión y el totalitarismo que el mismo Vargas Llosa atribuye a algunas democracias de América latina. Contra lo que supone González, en esta instancia, formulados la invitación y el anuncio, bajar de la inauguración a Vargas Llosa sería un paso en falso, no haría más que fortalecerlo en su postura. Es lo que torpemente Berlusconi haría con Darío Fo; algo que el actual gobierno, más astuto, debería evitar, porque en admitir la disidencia, las protestas, las calumnias, sin censurar ni reprimir, está gran parte de su rédito político.” (Oliverio Coelho).

De la contratapa de Mempo Giardinelli en el mismo diario:

«Alguien –ignoro quién o quiénes– parece haber buscado que esta feria, en año electoral, sea una piedra en el zapato del Gobierno. Y eso es lo irritante. Porque pone a la Presidenta en un lugar gratuitamente incómodo. Si asiste, se comerá un discurso ofensivo, desinformado y provocador. Y si no va, quedará colocada en un lugar de cobardía. Peor aún: si va y escucha y no responde, acabará contrariada. Y si va y escucha y responde (que es lo más probable), entonces la prensa española y la prensa argentina neocolonizada la despedazarán diga lo que diga. No hay salida. Y ahí está la trampa» (Mempo Giardinelli)

De la segunda carta de Horacio González:

«He percibido que la discusión corre el riesgo de ser presentada como una vía para limitar la palabra de un escritor, que siempre leímos como el buen novelista que es, y cuestionamos como especial promotor de interpretaciones inadecuadas sobre la política y la sociedad argentina. No era aquel su sentido, sino el de resguardar la Feria del Libro como ámbito de múltiples voces, procurando que la calidad de las mismas predomine por sobre las inscripciones políticas inmediatistas» (Horacio González).

De la carta de Martín Caparrós a González en la revista Newsweek:

«…si Vargas hubiera hablado en la Feria, eran unas líneas rutinarias en los diarios; con tu pedido despertaste radios y televisiones y malhumores de mucha gente que cree que hay que dejar hablar. Supongo que era lo que querías; si no, sería un error grave» (Martín Caparrós)

De la columna de Martín Kohan en Perfil:

«… es un error, y ese error fue ya cometido, dar el paso ofensivo a destiempo. Porque de ese modo se le obsequia al paladín de la contemporización galante la oportunidad de colgarse en su solapa todavía una medalla más: desde México, según acabo de leer, Vargas Llosa nos hace saber que no está molesto, que no está enojado, que no está ofendido»(Martín Kohan)

De Linkillo en Perfil:

«No me gusta la política curatorial de la Feria del Libro (un evento privado y exitosísimo hasta la náusea) y, por lo tanto, trataré de torcerla. Más valdría, pienso, crear (sobre todo cuando se tienen las herramientas conceptuales y logísticas para hacerlo) un espacio discursivo diferencial que debatiera con la Feria del Libro. El FILBA (sobre el cual podrían formularse varias objeciones) es otra institución privada que, en algún sentido, vino a debatir una hegemonía mal o bien ganada» (Daniel Link)

Digo yo: Basta de discutir por el invitado Vargas Llosa (no se merece tanta difusión, ni como escritor ni como político). Invitarlo a abrir la próxima Feria fue quizá una provocación y responder a ella probablemente una equivocación (tal vez de alguien habituado a hablar con la libertad de un ciudadano y no con la máscara de un funcionario).

Ahora, sea por astucia, cálculo o tolerancia, habría que reducir el ruido y que Vargas Llosa inaugure con toda tranquilidad la Feria (a la que nunca voy, por cansancio). Que vaya a escucharlo el/la que quiera. Detesto muchas de sus ideas pero defenderé (sin llegar a dar mi vida) su derecho a expresarlas. El mismo derecho que todos tenemos, o deberíamos tener. El resto es literatura.